Lady Moon

Capítulo IX

Lady Moon

Siempre he defendido, que la vida es lo que es, según nuestra propia capacidad de gestionarla, ¡que confundida estaba en este pensamiento!, ¡qué lejos estaba de la realidad!, cuando solo hace unas horas pensaba de este modo.

Mi nombre es…, bueno, mi nombre era María, una mujer corriente de edad incierta, entre la juventud tardía y una cierta madurez, llevaba una vida tranquila, con algún que otro susto, pero llena de mesura y sin riesgo alguno para sobresalto inesperado, pero…

Sí, siempre hay pequeños detalles que nos lleva a situaciones inesperadas, pero de eso a encontrarme con un cambio así, tan radical en mi existencia, era impensable.

Esa noche era muy especial para mí, una de esas que marcas en el calendario, donde te sientes obligada a presentar la mejor de tus caras, donde potenciar al máximo tu imagen, es algo más que obligatorio, para pasar a ser una necesidad.

El resultado ante la primera mirada ante el espejo era más que obvio, una falda de cuero que se ajustaba a mis exuberantes curvas, como una segunda piel, una clásica blusa blanca, que sin más parecía cualquier secretaria que iba de fiesta tras una jornada de trabaja, pero como colofón, me ceñí un corpiño de cuero, que, junto a la falda, las medias de rejillas y mis altos tacones de aguja, me daban la perfecta imagen de mujer fatal que el acontecimiento requería. Grandes pendientes, un collar algo más que llamativo por tamaño y diseño, pelo recogido de manera algo precipitada, pero con un cierto regusto de sofisticación, y la mujer que veía reflejada en el espejo, distaba muchísimo de la María que era cotidianamente. Entonces una peregrina idea me vino de golpe, me quité el corpiño, saqué la blusa y me lo volví a poner, el cambio era brutal, mis hombros desnudos, mi largo cuello, estilizaban mi figura y esa secretaria modosa y clásica de blusa blanca, dio paso a una mujer que sin duda alguna, sería el objeto de todas las miradas del evento.

Al cubrirme con el abrigo, esta imagen se desfiguró y así hice en el evento una entrada mucho mas convencional, pero al despojarme de él, ya en el interior, sentí como el tiempo se detuvo por unos segundos, como se hizo un denso silencio y me sentí el foco de todas las miradas.

Sí soy consciente que disto muchísimos de los cánones de belleza de mujer actual, soy una mujer con formas, tengo mis curvas bien marcadas y me cuido, a la vez que me visto de manera, que estas características que están en desuso hoy en día se realcen en noches especiales como esta.

Desde el primer momento estuve convencida del acierto de mi vestuario, de que en una noche como esta era justo lo que me apetecía usar, además de ser éxito asegurado.

Ya casi al final del evento, ante el espejo de los baños, me admiré, me remiré y retoqué el rojo pasión de mis carnosos labios, me recoloqué algún mechón rebelde de mis desestructurada cabellera rizada y negra como el azabache, y que esta noche tan especial iba a a juego con la piel postiza de falda y corpiño que  me cubría mi anatomía y que simplemente sentía  como la extensión de mi propia piel, instintivamente me acaricio el abdomen, paso suavemente mis manos  por mis caderas, mientras observo el reflejo de mi imagen en el amplio espejo del baño y salgo convencida de mi misma, de que hoy,  en esta noche tan especial voy a triunfar, veo  en el brillo de mi mirada a esa mujer que durante algún tiempo tenía olvidada, hoy me siento que he recuperado parte de mi esencia, que debo dedicarme algo más de tiempo a mí, para seguir siendo yo, para no difuminarme entre las miles de tareas, los montones de compromisos del quehacer diario, que me hacen dejarme de querer, de mimarme, de buscar esos minutos necesarios a diario para  sentirme plena y realizada.

Fue una noche mágica, especial, donde todo el mundo quería charlas conmigo, saludarme, aunque durante años hubieran pasado de mí, de interesarse por mi persona, por mi vida particular o profesional a pesar de haber sido invisible durante tiempo para la gran mayoría de ellos.

Esa noche me sentía tan especial, que el tiempo pasó inesperadamente, llevaba media hora larga hablando con un productor que después de no responderme a decenas de llamadas para tratar un proyecto profesional que teníamos entre manos, me mostraba todo su interés, estaba exclusivamente entregado a comentarlo, a prepararlo a moderarlo en los términos que yo le dijera, para poder llevarlo a cabo.

Cuando por fin me liberé de esta ansiada y larga conversación, que si es cierto que estaba muy interesada en ella, me hubiera gustada tenerla con más calma y en otro sitio, miré el WhatsApp del móvil, que había estado sonando incansablemente durante toda la conversación.

—María, te esperamos en este lugar, estamos picando algo, hace frío y llueve, y por eso hemos decidido esperarte aquí, en lugar de la puerta del teatro.

Solo me separaban de ellos un par de minutos a pie, unos cientos de metro, un par de manzanas, una vez diera la vuelta a la esquina.

En la premura de encontrarme con mis amigos, me sobrepuse el abrigo a los hombros y salí a la calle, un aire fresco, mas bien frio me acaricio y me agarre las dos partes del abrigo a la altura del pecho, caminé hasta la esquina y al girar desde allí pude observar el rotulo del lugar que me habían indicado, apresuré el paso, y ajena a todo lo que me rodeara me encaminé hacía allí con paso decidido.

La luna sea abrió paso tímidamente entre las nubes, en el reloj de la torre de una iglesia cercana, sonaban las campanadas de medianoche, aceleré el paso con la vista fija en el local en el que me esperaban, y entonces no se como ocurrió, alguien se cruzó en mi camino, en su apresurado caminar junto al mio, me desplazo, me sentí desequilibrada, pero no, no era eso, era como un repentino mareo, como si el suelo desapareciera bajo mis pies.

Sentí mi abrigo deslizarse de mis hombros, unos brazos potentes que me recogían ante la inexorable caída, entonces lo vi, ese pelo engominado, recogido hacia atrás en una coleta, esos ojos sanguinolentos, esos labios carnosos que por segundos deseé se mezclaran con los míos.

Sí, su vestimenta no era normal, traje en cuero negro, camisa del mismo color, ¿pero era la mía normal?

Un rayo de luna nos iluminó, nuestro reflejo en el amplio ventanal, que hacía de espejo de un comercio cercano, me devolvió la imagen de dos seres humanos, una pareja perfectamente conjuntada, dos personas de la noche, que por edén del destino se mezclaron en la oscuridad de la noche, entonces fue su voz la que me desconectó del mundo, una voz aterciopelada, pero imponente, dulce pero posesiva.

—¿Dónde has estado?, llevo una eternidad esperándote.

Yo no supe que responder, solo lo miré fijamente a los ojos, vi como sus labios se aproximaban a los míos, cerré los ojos, entre abrí los míos y me dejé hacer. Tenía pocas alternativas, mi cuerpo sujeto por sus fuertes brazos en una posición aún inestable, sentí como me apretaba contra él, como su aliento encendía mi cuerpo, llenaba mi alma de gozo.

Sus labios recorrieron mi desnudo cuello, sentí como lo acariciaban, como algo de manera sorpresiva rasgaban mi piel y entré en éxtasis. El reloj de la iglesia cercana daba la ultima campanada, como banda sonora perfecta a este imprevisible encuentro.

Sentí como el mundo desaparecía a nuestro alrededor, como mi sangre hervía en el interior de mi cuerpo y abrasaba mi cuello cuando dos intensas hileras resbalaban por mi cuello hasta llegar a mi hombro. Entonces fui consciente por primera vez de mi transformación, de que, en mi cuerpo, ya había una parte de él que había dejado ser humana y que ahora pertenecía a ese pequeño grupúsculo de seres que forman parte de ese olimpo especial, de esa raza de humanoides que está a mitad e camino entre los humanos mortales y los dioses inmortales.

Vi nuestro reflejo de nuevo en el escaparate, mis ojos inyectados en sangre, mi corazón latiendo de manera desbocada y mi cuerpo entregado a una extraña sensación, entre un prolongado orgasmo y un éxtasis espiritual, entre lo mundano y lo divino, lo carnal y lo místico.

—¿Llevo siglos buscándote?, nuestra estirpe ha estado a punto de fenecer en esta infructuosa búsqueda, pero esta noche de luna llena, aunque las nubes traten de ocultarla, me ha llevado al fénix del éxito, a la perpetuación de nuestro linaje.

—¿De qué me hablas?, ¿no serás un visionario de esos…?

Creo que no fui capaz de terminar la frase, creo que en ese momento mi cuerpo reaccionó y completó esa extraña metamorfosis, ya era consciente de mi verdadera personalidad, María había quedado atrás, ahora soy Lady Moon, la reina de la noche, la matriarca de esta nueva casta de seres inmortales.

Cogí el teléfono que incesantemente sonaba ante mi tardanza, sí eran mis amigos, esos seres mortales que habían formado parte de mi existencia hasta hace pocos minutos y que ahora me resultaban… me resultaban tan lejanos.

Lancé el teléfono a la primera papelera que me vino a mano y cogido del brazo de mi Caballero de la noche, pregunté.

—¿Dónde vamos?

—A nuestro castillo —me respondió mirándome tiernamente.

 

Mi vida ahora esta llena de sensaciones, de vivencias, no comprendo el mundo fútil en el que vivía, ahora mi existencia tiene un objetivo claro, perpetuar mi propia especie, esa especia de mortales, que dejan de serlo, por el mero hecho de que me fije en ellos y se entreguen a mí.

Tengo claro que soy la elegida, que ahora solo tengo que salir cada noche de luna llena por los callejones de Madrid y seducir a jóvenes incautos o tal vez habidos de nuevas experiencias.

Por algunos mentideros de la ciudad, me llaman la Dama de la noche. Algunos han corrido la voz, que en las noches de luna llena una mujer encandila a ingenuos jóvenes y los lleva a algún lugar oscuro e ignoto, del que jamás vuelven.

No, no tengo sentimiento de culpabilidad, yo no los mato como las falsas creencias de la que la gente habla. Yo doy vida, vida eterna, vida llena de sentido, que nunca más se verá frustrada por la caprichosa muerte que se cruce en su camino, la muerte no existe en nuestro vocabulario, nuestro poder es mayor que el de ella, ella esta sometida a nuestros caprichos, es incluso en muchos de los casos, nuestra aliada.

En nuestro castillo ya somos cientos, una gran familia reclutada al filo de la media noche en las oscuras callejuelas de Madrid, las noches de luna llena.

¡No temas si te encuentras conmigo!, yo te puedo dar vida, solo necesitas ser joven, dejarte llevar y querer vivir nuevas experiencias. No importa que seas hombre o mujer, solo tus ganas de ser diferente, de entregarte a mí, si es lo que quieres, ¡búscame!, yo te acogeré en mi regazo y en mi cama, te haré participe de esas largas noches en la eternidad, noches llenas de gozo y orgullo de pertenecer a una raza singular, una raza inmortal que está por encima del resto de humanos, que solo existe para disfrutar, para gozar de la vida y dejar atrás el sufrimiento y la mortalidad a la que los humanos están condenados.

Si estas interesado, pregunta por mi en las noches de luna llena, mi nombre Lady Moon, ¿te atreves?