Edith

Edith

La vida nos da una de cal y otra de arena, yo no se muy bien que es cada una de las cosas, pero sí, que ciertamente este binomio suele ir unido.

No, no he tenido suerte en cuestión de amores, me enamoré muy joven, apenas tenia quince años cuando Arturo y yo empezamos a salir, a él le entregué toda mi juventud, a los veintidós años nos casamos, éramos de la misma edad. Por aquél entonces me consideraba una mujer feliz, máxime cuando tuve constancia de que Andrea mi primera hija venia en camino, era esa guinda que faltaba al pastel de mi vida.

La decepción comenzó poco después, a veces desde la autocritica pienso que me volqué demasiado en cuidar y criar a la niña y tal vez a Arturo le dejé un poco de lado, no es algo que tenga claro, jamás le dejé de lado como si que he de reconocer que ha ocurrido en otros casos que conozco, pero una cosa es lo que yo hiciera o pensará en ese momento, y otra como él se sintiera.

Casi de seguido y ahora con las perspectiva del tiempo, pienso que para tratar de salvar las carencias que ya por entonces existían en la pareja, me volví a quedar en estado de mi segunda hija, Elia, pero pocos meses después todo había empeorado, me tiraba días en casa sola con mis niñas, mientras Arturo había empezado a volar por su cuenta, él tenia su vida, sus amigos, su gym, sus horas de ocio que compartía con quien el quería, mientras todo el trabajo y las responsabilidades eran para mí.

Cuando me incorporé a mi trabajo, después de la baja por maternidad, ya la convivencia era imposible, el continuaba con su vida propia, mientras yo no tenía tiempo ni para lavarme la cabeza, en cuanto una noche le solté la mítica frase “tenemos que hablar”, salió corriendo.

En esa conversación, lo más coherente que me pudo decir es: “todo esto me viene un poco grande”.

Saqué fuerzas de flaqueza, me organicé, en principio con mucha ayuda de familiares y amigos, abandoné cualquier aspiración personal para volcarme en mi familia, para ejercer de madre y suplir las carencias de un padre que desde el primer momento salvo a la hora de pasar la manutención de sus hijas, jamás ejerció de tal, nunca se preocupó por como les iba en el colegio, o si estaban enfermas, eran una simple carga para él.

No me arrepiento, las he disfrutado durante su niñez, las he reconducido en su adolescencia y las he aconsejado y estado a su lado en los primeros años de su juventud, ahora son mujeres independientes y eso me ha permitido, sobre todo empujada por ellas a retomar de alguna manera mi vida personal.

Sí en un principio de forma algo tímida, ya que me sentía fuera de lugar, ni sabía como actuar, que hacer o donde ir, pero poco a poco vas retomando amistades, primero un café, luego una cena que se alarga, una sala de baile, conocer gente nueva, nuevas proposiciones, un mundo desconocido para mí, que pese a ser necesario si quieres tener algún tipo de vida social, era muy ajeno a mí.

Así llego a mi vida Fer, y desde el primer encuentro me eclipso.

Su mirada profunda e intimidatoria, su amplia sonrisa, su forma de andar, su cuerpo de escándalo. Fer es un hombre de mundo, en este ambiente de nocturnidad tan desconocido para mí, el se sentía como pez en el agua.

Se las sabía toda y no disimuló ni un momento desde el primer encuentro.

—Pero ¡qué ha ocurrido para encontrarme con un ángel!, acaso he muerto y estoy en el cielo. —Fueron las primeras palabras que me dirigió.

Hoy sabiendo lo que sé, si ciertamente existe el cielo, estoy convencida de que ese, no es su lugar natural.

Esa primera noche además de alguna frase, poco más tuvimos, pero la vida a veces se empeña en algunas cosas, y al menos yo, soy persona fácil para convencer.

Sí, nos volvimos a encontrar, al principio el típico saludo con dos besos, alguna conversación estéril, hasta aquel sábado en que todo fue diferente.

—Buenas noches mi ángel, —me dijo al tiempo que nos dábamos los dos besos y se aproximaba a mi de una manera escandalosa.

No sé, me debió pillar con el paso cambiado, tal vez ese día las hormonas me tenía revolucionada, quizás…

Sí, no sé explicarlo, pero su cuerpo pegado al el mio, su aliento fresco, su sonrisa, casi dos décadas sin sentir a un hombre cerca de mí…

Sí, el típico caso de defensas bajas, esa noche no dormí en mi casa, al despertarme en la aséptica habitación de un hotel, le miré, entonces fui consciente de lo que había ocurrido, recordé todo, a mi memoria vino todo el flirteo, desde esos primeros besos y como al contrario de otras ocasiones, yo me pavoneaba delante de él.

Ahora parecía un niño, le miré por unos segundos, me vestí y me marché en silencio.

De allí salí muy diferente, según recordaba algunos detalles de la noche anterior, mi cuerpo se encendía de nuevo, había resurgido la mujer, a tras quedaba la madre abnegada y sobre todo, la concepción que tenia prefijada de Fer, cambiaba por instantes.

Lo sorprendente, fue unos minutos después cuando recibí una llamada, era él, ni tan siquiera recordaba haberle dado mi número.

—Buenos días mi ángel, ¿tal mal ha ido que ha salidos corriendo?

—Bueno, yo…

Tartamudeaba como una colegiala, era incapaz de decir nada coherente, conté hasta diez y me sobrepuse como pude.

—¿Sigues ahí?

—Perdona, se me ha caído algo al suelo y lo he tenido que recoger.

—Esperaba poder despertarme abrazado a ti.

—Sí, ya sé que no ha estado bien, pero me he quedado dormida, había quedado y al despertarme he tenido que salir corriendo.

—Entonces…

—Entonces, ¿qué?

—Cuento con que me debes una.

—¿Qué te debo una?, que significa eso.

—Que tenemos que despertar en otra ocasión juntos y abrazados.

—¡Serás petulante!

—No te lo tomes así, a mi me ha encantado, ¿no ha sido igual para ti?

En ese momento estaba confusa, mi cabeza pedía que frenara todo eso, mi corazón andaba desbocado y mi sexo…

—Bueno, ya veremos, el tiempo hablará.

—¿Cómo que el tiempo hablará?

Así dimos por concluida esta conversación, pero lo cierto es que la siguiente llamada la realicé yo.

Fueron muchos los sábados que repetimos el mismo esquema, algunos domingos, incluso comíamos juntos y pasábamos el resto de la tarde en el cine o dando un paseo.

Poco a poco me enamoré de él, creo que él también de mí, y entonces aparecieron sus celos.

Lo entendí mal, pensé que viviendo juntos, compartiendo más tiempo, todo se resolvería y tras compartirlos con mis hijas ellas fueron las que me animaron a que lo intentara y le invité a vivir juntos.

—Pensé que no me lo ibas a pedir nunca. —fue su respuesta.

Esa tarde en lugar de ir al hotel, me llevó a su casa y de allí no salí, hasta que me sacó la policía ante una llamada de emergencia de mi hija Andrea.

Lejos de desaparecer los celos, se volvió mas controlador, si volvía del trabajo unos minutos más tarde se enfadaba. Poco después empezó a irme a buscar al trabajo, al principio fue algo que me halagaba, yo le preocupaba y por otro lado que me vieran con un ejemplar como él, era algo que me había subir la autoestima.

Cualquier llamada de un compañero, incluso de algún familiar le sacaba de sus casillas. Un WhatsApp de quien fuera le descomponía el gesto, hasta comenzar a controlarme el teléfono, revisar mi agenda, preguntar por cualquier nombre de varón que apareciera en ella.

El día que mi ex, Arturo me llamó para comentarme no sé qué historia, salió la peor cara de Fer, gritos, amenazas, dudas.

Yo me sentía mal, no entendía nada, simplemente trataba de justificarme.

Justificarme ¿de qué?, me pregunto a estas alturas. Aquel fue el punto en el que debía de haber tomado medidas, hacer la maletas y volverme a mi casa, pero el amor te hace ver las cosas algo distorsionadas.

Pensé que igual debía de cambiar algunas cosas, que mi trato con personas del otro sexo no era compatible con mi nueva vida. ¡Qué confundida estaba!, cuantos errores cometí por aquel entonces.

El sexo cada vez funcionaba peor, el a la vez empezó a tener problemas para conseguir erecciones, las cosas fueron de mal en peor.

Primero el control de todo, luego el maltrato psicológico, las voces, los gritos me noqueaban y entonces me hacía chiquitita, desaparecía como mujer y como persona.

Cuando aparecieron los primeros empujones, fue cuando me empecé a preocupar, pero ya era muy tarde, ya me tenia coaccionada, ya no tenía capacidad de reacción.

La primera vez que me levantó la mano, supe que era un punto sin retorno, pero todo se precipitó. Me compré una gafas grandes de sol, para poder disimular algún moratón que el maquillaje no lo hiciera invisible.

Esta noche he temido por mi vida, él estaba fuera de sí, me han llovido golpes por doquier, me siento escoria, estoy arrinconada y dolorida en el cuarto de baño, tras ser golpeada de manera incontrolada.

No puedo pensar, no soy capaz de tomar ninguna decisión, solo sufrir, hacerlo en silencio, hasta que siento algo que se me clava en las nalgas, hasta el punto de hacerme daño.

Echo mano, es el móvil, entonces veo algo de luz, entonces busco desesperadamente en la agenda y mando ese mensaje de socorro a Andrea, mi hija.

Al salir por la puerta de la mano de la policía, vuelvo la cara hacia al interior, allí esta él sentado en el sofá con las manos esposadas tapándose la cara.

No. no me da pena, me da asco, y entonces un pensamiento fugaz, me llega relacionado con mi nombre.

Entonces recuerdo el origen bíblico de mi nombre y por unos segundo me convierto en esa estatua de sal, en la que se convirtió la mujer de Lot, cuando huyendo de Sodoma, por curiosidad girar la cabeza.

Son unas décimas de segundo, pero sacudo la cabeza, la levanto y mientras me alejaba de allí, un único pensamiento.

“Esto me hará más fuerte, esto será la base de la mujer fuerte que tengo que ser en el futuro”

EL ABRAZO TARDÍO

EL ABRAZO TARDÍO

─ ¿Busca a  alguien?

─ ¿Busca a alguien?

Escuché  que me repetían  por segunda vez.

Entonces   me volví,   una persona desconocida  para  mí, pero que  por el  uniforme supe que era de la casa.

─Perdón ─ conseguí  balbucear  al fin.

La cuidadora  se me quedó  mirando  fijamente, trataba de  identificarme.

─ ¿Eres  su hijo?

Una sensación de vergüenza se apoderó de mí.

─Sí soy  Pepe, su hijo.

Sentí su mirada  clavada en  mi imagen, sentí  su reproche, su desdén.

─Está en el jardín,  alguien  la ha sacado a pasear.

No me atreví a  levantar  la cabeza.

─Gracias  murmuré,  en un tono  de voz  que  ni siquiera  sé si llegó a ser audible y me encaminé  al  jardín.

Nada  más salir  por  el corredor que daba   paso al  jardín, me encontré con un terreno desolado, lo que antes  era  frondoso  y verde  por todas  partes, ahora era  un  erial,  solo  los  árboles  grandes y  los arbustos consolidados, permanecían  indemnes, el resto  todo seco, ni   asomo del césped,  los rosales   que en  mayo perfumaban todo el recinto, apenas  eran  parte del recuerdo,  las  palmeras secas, los parterres  apenas  un montón de   hierbas angostadas,  los recortes   también   habían  hecho estragos aquí,  a pesar de ello, se respiraba aire  fresco y la temperatura  a esa hora de la tarde era  muy agradable,  la primavera avanzaba, ya casi  rozando el verano y en el  fin de semana anterior, se había conseguido   temperaturas  inusitadas   para estas  fechas del año.

Por un momento me olvidé   de mi  objetivo, me  relajé,  pero  al caer en el objetivo  que me había traído  hasta aquí,  me  puse  nervioso,   elevé  la mirada,  buscaba   de un lado a  otro, solo al fondo  una  cuidadora  empujando  una silla  de ruedas.

Llegaba al  final del  paseo,  ya hacía la maniobra   para dar  la vuelta, las piernas me temblaban, estaba seguro que era ella, quería correr a su  lado, quería volar a darle ese  abrazo ansiado, pero mis piernas  nuevamente,   pensaban de una manera autónoma.

Tenía la silla de  perfil,  a  punto de volver   por  el  pasillo,  la imagen   de mi  madre idealizada, esa de mis sueños, esa   de cuando era niño, era  lo que  mi imaginación me  hacía ver, entonces   no hice nada,  solo me deje  llevar  hasta su lado, la miraba fijamente, ella  me miraba  sin verme, la cuidadora  me reconoció  y al  llegar a su lado, paró la silla    y se  alejó.

Me arrodillé a  sus pies, la cogí de las manos  y  la pedí  perdón  mil veces, solo reaccioné cuando note las lágrimas resbalar   por mis manos  y terminar  en las suyas, entonces levanté   la mirada hasta  que mis ojos  y  los suyos se encontraron.

Entonces me   incorporé, cuando me puse en pie escuche su voz  por primera vez.

─ ¿Eres   nuevo aquí?,  no te había visto antes.

─Sí mamá, hacía tiempo  que  no venía   por aquí,  pero quédate con mi cara, ahora pienso  venir frecuentemente  a visitarte, a contarte   mi vida a  hablarte de mí, aunque no recuerdes  quien soy.

─Antes,  hace  ya algún tiempo.

En ese momento  entre cerró los ojos  como tratando  de recordarlo.

─Antes   me visitaba  un joven   parecido a  usted, era  muy amable conmigo,  me trataba con mucha  ternura.

─Sí  mamá,  había olvidado  lo importante que eres  para  mí,  lo mucho que te necesito en  mi vida.

─A veces  me hablaba de sus cosas, trataba de  ganarse la vida aquí  y  allá,  mientras  terminaba sus  estudios, en ocasiones, le daba  alguna propina.

─No te puedes  hacer una idea, de cómo me ha cambiado  la vida en estos meses, mamá.

─El pobre  no tenía  tiempo  para nada.

─Entonces no tenía tiempo  y   no había semana que faltará a  tu visita, ahora, ahora  tengo   tiempo de todo, incluso para aburrirme  y sin embargo…

─ ¿Qué habrá sido  de  él?,  no recuerdo  muy  bien.

─Ahora  todo le sonríe   mamá, que  orgullosa  te sentirías  de mí, ahora  la vida me sonríe en todo, en todo, menos…

─Igual  fue eso, igual al final encontró un trabajo.

─Sí mamá,  me contrataron en una agencia de publicidad.

─Sí, eso  es, encontró  un trabajo de esos de verdad, con  su contrato  y todo.

─Fueron   unos meses complicados mamá, siempre  los comienzos son así,   pero  esto no  justifica para nada  mi ausencia.

─Ahora recuerdo,  estaba  muy contento   la última vez que vino a verme, fue    antes del comienzo en ese nuevo trabajo,  era   para lo que había  estado   preparándose,  ¿qué habrá sido  de  él?

─Las primeras semanas,  solo  hacía fotocopias y preparaba café,  pero   antes de tirar  la toalla   recordaba tus consejos, esto  me  hacía aguantar, esperar  mi momento  y mi momento  llegó  enseguida,  solo   unas semanas  unos pocos meses.

─Creo  que  en su última visita me contaba eso, que  no le estaban saliendo las cosas  como era de esperar.

─Casi  nunca  las cosas  son como las  sueñas  mamá, tú sabes mucho de   todo eso.

─La vida   es una decepción, tras  otra, eso es así, solo alguna vez es generosa con nosotros,  y a  esas  ocasiones  nos agarramos  para poder seguir.

─Ahora  en el trabajo  me va  muy bien  mamá,  mi  exjefe   Michael, Haro es mi gran amigo  y  aliado,  en  la agencia   se me   estima  y se me valora sin embargo…

─De lo que nunca me habló  fue de novias, con  lo  guapo  que  era, seguro que era  un pica flor,  hoy con una  mañana con  otra, nada estable,  los hombres  en general sois así.

─Nunca  hubo   chicas mamá, la  única mujer de mi vida  has sido   tú.

─Conmigo era galante, cariñoso, seguro  que  ese era  su comportamiento con todas  las  chicas.

─Ahora  ya sé  lo que es el amor, al menos eso   pretendo creer.

─Seguro  que  alguna lagarta  lo  engatusó  y  por eso dejó de venir.

─Estoy aquí mamá, no  te volveré a fallar.

─Igual   cualquier día de estos  me sorprende con su visita, era tan guapo.

─Si mamá,  ya  ves, estoy aquí, nuevamente contigo,  ya nada  ni  nadie  me  volverá a separar  de ti.

─ ¿Te  he dicho que te das  un aire  a   él?

─Soy yo mamá, tienes  razón, desde entonces tengo pareja, Dani, ya llevamos algún tiempo  juntos.

─Seguro que  es  muy feliz,  se lo merece, ¡que  guapo era¡

─Te confundes mamá,  mi relación  hace aguas  por todos  lados,  nunca creo que ha sido   una relación de amor, tal vez   una relación de intereses.

─ ¡Qué difícil, es encontrar el amor¡

─Ya se algo de eso mamá, son  difíciles  de aprender  esas  lecciones.

─Nada  es más  gozoso que encontrar el amor.

─Creo   que   aún no he vivido ese momento, cada día estoy  más seguro de  ello.

─A la vez,  nada  te hace  sufrir  tanto, amor-desamor, un binomio  inseparable.

─Tú mamá,  viviste  tu gran  historia de  amor  con papá, me lo contaste   mil veces siendo  niño.

─Yo sé  mucho de eso, se mucho de desamor, de  espera.

─Mamá tú fuiste  muy  feliz  hasta que papá  murió.

─no hay  nada  más desolador,  que el  abandono.

─¿De que  me hablas  mamá?

Entonces se me quedó mirando,  por  unos segundos   tuve  la sensación de que me había reconocido.

─Joven,  me podría llevar dentro, es la hora  de   la partida de  cinquillo con mis amigas, seguro que ya me están  esperando.

La miré fijamente, ella siempre había  odiado  los juegos de cartas.

Por  el pasillo de tierra  arrastrando  los pies, volvía la cuidadora  que  solo   unos minutos antes   nos había dejado.

─Debo de darla  la medicina  y cambiarla   para dormir, tengo  que llevarla a  la  habitación.

─Por favor déjeme  llevarla  a  mí.

Entonces  volvió a  su mundo, tarareaba  una vieja canción, las  lágrimas  resbalaban   por mis mejillas,  pero en el fondo, llevaba  tiempo  sin sentirme tan  bien, como me encontraba en este momento.

La niña del sepulcro y el poeta

La niña del sepulcro y el poeta

A lo largo de la existencia del hombre, es algo que siempre ha estado presente, desde el punto de vista filosófico, con la necesidad de explicarnos a donde vamos tras la muerte, o vivir con la esperanza de que después de nuestro paso por esta vida, hay otro mundo.

Yo personalmente tengo mi particular visión, simplemente entre el milagro o la ciencia, la creencia o el dogmatismo, son dos formas de ver el tema que cada día están separadas por franjas más estrechas.

De este modo me gusta comparar este mundo paranormal, con el descubrimiento  por parte del hombre  de la electricidad, en un principio temida, incontrolada y hoy en día solo escasos tres siglos después de que Flanklin, hizo sus primeros experimentos con los rayos, es algo que sabemos controlar, manejar y estrujar hasta límites impensables y que a cada segundo evoluciona, sorprendiéndonos en todos y cada uno de los ámbitos de nuestra vida, ya sea en lo profesional, el ocio, o incluso en el confort de nuestros propios hogares.

Creo con toda naturalidad, que a lo largo de los años nos han llegado signos inequívocos que hay vida detrás de esta, que en muchos casos, gente que ya no esta en nuestro plano temporal, se ha manifestado y que incluso en alguno de los caos ha conseguido comunicarse con alguien de nuestro mundo.

¿Ocurrirá con esto, lo mismo que con la electricidad?

¿Llegará el momento en que podamos conectar con nuestros seres queridos después de haber dejado este mundo?

Yo estoy convencido de ellos, para entonces ya no pervivirán solo en nuestro pensamiento y sobre todo en nuestro corazón, para entonces formarán parte de nuestro mundo, de nuestras vidas, incluso después de haber dejado de estar en ella de forma presente.

Hasta ahora, hay mucha literatura, muchos programas de televisión y radio, artículos en prensa, que de manera esporádica se han hecho eco de contactos de este tipo, de como seres que dejaron este mundo, se han puesto en contacto con otros, que aún están aquí, y de esto es de lo que os quiero hablar hoy.

Esta historia llegó a mis oídos por terceros, pero me pareció tan limpia, tan fresca, tan natural, que no tarde en recomponerla en mi mente y compartirla con vosotros.

Bien es cierto que no todo el mundo es capaz de captar esto. En la gran mayoría de los casos, según dicen, vivimos y compartimos espacio con seres que están en otro plano, pasean junto a nosotros por la calle, están presentes en nuestras vidas, pero son invisibles, silenciosos, para todos…, para todos, salvo para esas personas que tienen el don, para esas personas capaces de verlos, incluso de comunicarse con ellos, personas sensibles, con otras capacidades diferentes, personas sensoriales psíquicamente.

Rodrigo era un joven, que estaba en ese comienzo de lucha en esta vida, sus comienzos en el mundo laboral, pese a su gran preparación fueron complicados, de siempre fue un niño inquieto, de joven con grandes inquietudes y siempre muy exigente y perfeccionista.

A todo esto, añadido un sentido práctico, con grandes deseos de ser autónomo económicamente, para así poder llevar con tranquilidad el tipo de vida que le gustaba, y así ser consecuente con su propia filosofía vital.

Así fue como Rodrigo entro a formar parte del servicio de limpieza de parques y jardines del ayuntamiento, y por ser el último en entrar en plantilla, automáticamente le adjudicaron el camposanto.

Entre las inquietudes de nuestro protagonista estaba la de juntar letras y sobre todo componer poemas, pero…, no, no era un poeta al uso, era un poeta, que bebía de las fuentes clásicas, de Poe, Bécquer, Lovecraft, un poeta negro, romántico, un junta letras apegado al lado más oscura de la existencia y para él, esto de pasarse horas en el cementerio, lejos de crearle malestar, le hacia estar satisfecho, ensimismado en sus pensamientos y filosofando constantemente con la vida y la muerte, tema que de alguna manera le producía mucha inquietud y cierto gozo.

Los primeros días, centrado en su trabajo, lo hizo de una manera automática, sin prestar demasiada atención al entorno, a los habitantes de ese espacio, algunos desde muchas décadas atrás.

Pasado este periodo, Rodrigo comenzó a verlo todo con otra mirada, en cada momento trataba de imaginarse ¿quién se hallaba allí?, ¿qué tipo de vida habrían llevado?, ¿a que habrían renunciado aquí?, ¿Qué motivos podrían tener para mantenerse en contacto con la gente que habían dejado aquí?

Días después, tropezó con una sepultura abandonada, sucia, un sepulcro que llevaba años sin cuidados de ningún tipo. Se acercó a curiosear, sobre la fría y descuidada piedra, a mano y con pintura apenas se podía leer un nombre Blanca y después año de nacimiento y de defunción.

La niña vivió escasamente trece años a mediados del siglo pasado y esto removió la imaginación del poeta.

Durante unos días el joven, prestaba especial atención a esa sepultura, al segundo día la limpió con esmero, después trataba de estar allí un rato, pensando en la joven, en su vida, en la causa de su muerte, en su abandono.

Un par de semanas después se sentó sobre la lápida para comer su bocadillo y así poder compartir más tiempo con ella, esto se fue convirtiendo en una rutina, casi en una obsesión, hasta llegar a escribirla una poesía, a mantener largas charlas con ella, tratando de buscar respuestas, tratando de formar parte de la vida de la niña, que abandonó este mundo casi siete décadas atrás.

A veces Rodrigo hacía su trabajo a gran velocidad con la ilusión de alargar unos minutos más su estancia al lado de esta sepultura, a veces incluso antes de comenzar la jornada se acercaba a la sepultura y mascullaba alguna frase a modo de saludo.

En aquel verano fueron muchas horas compartidas, horas de largos diálogos, que eran simples monólogos.

En esta historia, como en todas ellas hay un punto de inflexión, un punto en el que se traspasan ciertos límites y la historia cambia de manera radical. Así ocurrió con la sepultura de la niña y una noche… El poeta sin poder dormir tomó una determinación, fue algo que en un momento anterior, en ese duermevela le fue revelado y de este modo, saltó de la cama, decidido a llevar a cabo ese plan revelado instantes antes.

 

Rodrigo saltó de la cama, se vistió con esos viejos pantalones de chándal, una camiseta que la sentía como su segunda piel y calzándose las usadas zapatillas salió a la calle.

El trayecto hasta el camposanto lo hizo sin fijarse por donde iba, se sentía como un autómata, como un ser inanimado que lo único que hacía era obedecer una voz interna que le mandaba y le dirigía.

Cuando se quiso dar cuenta Rodrigo, se encontraba antes la gran puerta de hierro del cementerio, a su alrededor el alto muro de obra.

Contempló por unos segundos la situación, miró alrededor, nadie era espectador involuntario de lo haría a continuación.

Se aferró al frio hierro de la puerta, elevó su pierna derecha y la coloco sobre un soporte a mas de medio de altura, después hizo lo mismo con el izquierdo, cuando estaba a punto de alcanzar la cima, un ruido llamó su atención, acopló su cuerpo a la verja y vio como un coche pasaba a toda velocidad, sin siquiera prestarle atención.

Comenzó el descenso por el otro lado de la puerta, con el ritmo de su corazón alterado, pero nada más poner el pie en tierra, una especie de alegría interior le hizo caminar a un paso algo superior en velocidad al suyo, iba contento, alegre, como si de una cita de amor realmente se tratara. Para él era así, iba a reunirse en una cita inesperada, una cita casi de adolescente, pues, aunque él había cumplido recientemente la veintena, se sentía como un niño que acude por primera vez a una cita, nunca mejor dicho que esta ocasión, a una cita a ciegas.

Siguió el largo y estrecho paseo bordeado de cipreses, que llevaba al patio donde las sepulturas mas antiguas se hallaban, la luna como una especie de foco mágico, iluminaba el recinto y especialmente, enfocaba la vieja sepultura de la niña.

Llego a los pies de esta, nervioso, inquieto, deposito la rosa que había sustraído de uno de los parterres por los que había pasado y se sentó a los pies de esta. Por unos momentos permaneció en silencio, allí solo en la tranquilidad de la noche, envuelto en ese silencio que en estos lugares puede llegar a ser atronador.

Un ruido cercano llamó su atención, hasta ese momento no fue consciente de que se encontraba al filo de la media noche, solo, encerrado en un camposanto, pero lejos de sentir temor, acompañado de los muertos, sintió tranquilidad.

Por unos minutos, sintió lo que es el verdadero silencio, en su interior una paz infinita, en su corazón una alteración desconocida. ¿era eso las famosas mariposillas?

Cerró los ojos en un intento de grabar en su mente ese momento, al abrirlos, allí a su lado una presencia, en un principio era algo casi etéreo, sin forma una pequeña masa gaseosa.

Rodrigo se restregó los ojos, cuando volvió a mirar, aquello que era fútil pocos segundos antes, había adquirido un aspecto corpóreo, animado.

Lejos de sobresaltarse, la miró fijamente, ella le devolvió la mirada envuelta en una sonrisa, él busco su mano con la suya, hasta depositarla encima. Era una mano cálida, sentía su suave tacto, pero por más que lo intentaba, no podía aferrarse a ella.

—Hace noches que te espero —inicio la conversación ella.

Su voz era tenue, pero firme y aterciopelada, cargada de fuerza, cantarina, pero sin estridencias.

—¿Noches esperándome? —repitió él fijándose en su atuendo.

Llevaba un vestido negro de terciopelos, con ribetes en blanco, el pelo recogido en una cola de caballo, en las mangas una larga tira bordada, que cubría sus muñecas y acariciaba sus manos.

El joven obnubilado con la joven, la observaba atónito, incapaz de decir palabra alguna, solo mirándola, se sentía feliz.

—Callado andas de noche, cuando el día te convierte en singular parlanchín.

—¿Escuchas cuando hablo?

—No, soy una chica educada y solo escucho, cuando me hablas.

El joven miró con esa cara limpia que solo tienen aquellos que están enamorados, aquellos tocados por el amor, por ese amor limpio, ese amor platónico, ese amor imposible, que toca corazón y alma, pero tan ajeno está a lo corporal.

Ella le dedicó la mejor de sus sonrisas y puso su otra mano encima de la que a la vez el joven, tenía sobre la suya.

—Nunca nadie en vida me había dedicado tanta atención.

—¿En tu vida? —se le escapó al joven Rodrigo.

Blanca distraídamente miró las fechas marcadas sobre la fría lápida 1940-1953, fechas que marcaban su efímera existencia en este mundo.

—No te puedes imaginar lo distinto que es esto, todos alguna vez en vida hemos realizado cábalas sobre lo que hay después, pero…

El joven la miró a los ojos, ella hizo un prolongado silencio antes de proseguir.

—La vida no empieza y acaba como todos pensamos, la vida son etapas y la terrenal solo es el comienzo.

Rodrigo se llevó la mano libre a los labios, solicitando silencio, quería ignorarlo todo, disfrutar de su compañía, de sus manos entrelazadas, contemplando la luna llena que iluminaba la noche.

Pero Blanca…, Blanca necesita responder a ese soliloquio que Rodrigo llevaba haciendo desde hacía semanas, necesitaba convertir esos monólogos en diálogos, darle las respuestas que requería, responder a todos y cada uno de sus interrogantes.

—Lo mio fue un drama familiar, caí enferma y todo fue muy deprisa, fue una enfermedad fulminante, aunque se tratara de una simple gripe.

Simplemente me apagué en dos semanas, como una lamparilla, en casa siendo hija única el dolor y la tristeza lo cubrió todo.

Mis padres no fueron capaces de afrontar la vida sin mi, y solo unas semanas después, antes de poder rematar la sepultura con la grafía que ellos deseaban, murieron en un trágico accidente de coche en el extranjero.

Papá no estaba en condiciones para conducir, mamá lo sabía y no quiso dejarle solo.

Mi tio Carlos, el heredero legítimo y con el que no teníamos trato alguno, se encargo de cometer la mayor felonía posible, dejarlos enterrados allí a miles de kilómetros y lo que es peor dejándome a mí aquí, sola, sin nadie que me acompañara, sin nadie que cuidará de mí, que me visitara. El tio Carlos ha aparecido ni una sola vez por aquí.

Cuando apareciste tú por primera vez y te fijaste en la fría sepultura…

El joven la miró con ojos tiernos y sonrió.

—No se muy bien que llamó más mi atención, creo que fue todo, el abandono, tu edad, y un sentimiento desconocido se apoderó de mí.

—¿Por qué has tardado tanto en acudir a mi llamada?

—Te he visitado a diario, he hablado contigo cada día durante las dos últimas semanas.

—El día no es propicio para mí, esto solo es posible durante la noche…

—De haberlo sabido, hubiera venido antes —dijo Rodrigo fijando la vista en los ojos de ella.

Blanca le devolvió una tierna mirada.

—Lo sé, a veces no es fácil llamar la atención desde mi mundo.

—Pero tú lo has conseguido, estoy aquí.

La joven se puso en pie, e invitó a Rodrigo a acompañarla y juntos pasearon hasta el alba por cada uno de los paseos y rincones del camposanto.

Así cada noche de luna llena, Rodrigo acudía a su cita, ella a veces le sorprendía tras la tapia, detrás de algún abeto, tras la primera sepultura del camposanto.

El lejos de asustarse la sonreía, jugaban al corre que te pillo, reían como enamorados.

El poeta la hizo llorar la primera vez, que una poesía la recitaba. La había escrito tras su primera cita.

Al ver sus lágrimas correr

por sus mejillas sonrojadas,

Rodrigo con su dedo deseo quitarlas,

entonces no solo sintió su piel aterciopelada,

sintió su calor, su temblor

y al fin pudo abrazarla.

Por primera vez sintió su cuerpo corpóreo,

su cintura bien marcada

y depositando sus labios sobre los de ella,

bien supo que era muy apasionada.

 

Esa noche Rodrigo despertó sofocado. Era frio invierno, y despertó en sudor empapado. Había soñado con la chica del cementerio, fue un sueño o tal vez…

Rodrigo a la mañana siguiente, se levantó ilusionado. Había sido tan real, aun sentía el sabor de sus labios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El pozo de San Lázaro


El pozo de San Lázaro

 

En una importante ciudad española, cuyo nombre prefiero ignorar, pero que no tardareis en adivinar, la leyenda popular habla de unos acontecimientos que nada tienen de comunes y mucho de singulares, por no decir que espectaculares.

Yo soy testigo privilegiado de uno de ellos, testigo anónimo y por ello no daré mi nombre, pero puedo dar fe, que es algo que presencie con mis propios ojos, bueno empiezo divagando sin contaros nada, mejor será comenzar por el principio.

El protagonista no es otro que el rio que da el nombre a nuestra península el rio Ebro, ¿queda claro la ciudad?

El lugar, situado entre la primera y segunda arcada del Puente de Piedra que une el Arrabal con la ciudad, casi rozando la Basílica.

Allí según cuenta la leyenda se encuentra un punto telúrico que se sabe dónde tiene su origen, pero según cuentan a lo largo de la historia, el final tiene como destino distintos puntos de la tierra, incluso del universo.

¿Se trata de uno de esos agujeros negros del espacio?, ¿es un simple punto donde la leyenda se ha fijado?, nadie puede responder a esto, solo tu opinión vale, solo lo que tú, tras leer este relato o la mucha información que puedes encontrar tendrás tu propia respuesta.

Hay mucha literatura al respecto, las leyendas aumentan constantemente, algunas alimentadas en hechos reales como el del autobús que cayó al rio, la fría mañana del 19 de diciembre de 1971, con versiones distintas y alguna rozando límites que rayan lo paranormal, otras son simple ficción, tú debes de discriminar, tú debes de optar  por lo que a ti mismo te convenga, quizás sea esta una de esa leyendas más, una leyenda cargada de muchos ingredientes entre ellos los que más nos mueve al ser humano, como el amor, la desesperación y sobre todo la fe.

Como decía antes, entre la primera y segunda arcada del puente de Piedra, se haya una sima sin fondo, que a lo largo de la historia ha engullido enseres y personas, cadáveres y seres vivos que  a lo largo de siglos ha ido nutriendo la leyendo hasta nuestros días, días en los que yo he sido testigo mudo de algo, que cuando sucedió, me costó tiempo comprender y que hoy por fin  quiero liberarme de ello, quiero hacerlo público, quitando esta pesada carga de mi conciencia.

Cómo decía, todo comenzó en la Edad Media, allí en el otro lado del Puente de Piedra, en el Arrabal, se hallaba el Convento de San Lázaro.

Según cuenta la historia, en este lugar eran abandonados a su suerte los enfermos de lepra, auténticos apestados de la época, seres malditos en la sociedad de aquellos tiempos.

Muchos de ellos fallecían allí, abandonados, solos, estigmatizado; y con un sentido práctico para deshacerse de los cuerpos, eran arrojados al rio, en este lugar telúrico en el que eran engullidos y de los que jamás se volvía a saber nada. Algunos comentan, que no siempre estaban muerto, que simplemente estaban inertes, extenuados. De este modo, en le mejor de los casos, un día eran alma en pena paseando por los alrededores de San Lázaro, y al siguiente ya eran simples almas entre los dos mundos.

Algunos en esos días triste de neblinas o al alba o en algún que otro atardecer, dicen haber escuchados ruidos, gritos desgarradores, brazos que salen del averno y salen a la superficie de las aguas, para atrapar nuevas víctimas o quizás tratando de aferrarse a algo o a alguien y salir de ese lugar entre ninguna parte que dicen ser el Pozo de San Lázaro.

Son multitud de casos, multitudes de leyendas las que alimentas todo lo acontecido alrededor de este singular lugar.

Corría el año de nuestro Señor de 1250, fue un treinta uno de agosto de este año, cuando un crimen atroz se produjo. El infante del coro y monaguillo de la Seo con tan solo siete años fue cruelmente asesinado, en un macabro ritual de venganza religiosa.

Fue crucificado en una pared con clavos en pies y manos, después fue decapitado, descuartizado y sus restos arrojados al Pozo de San Lázaro.

Durante semanas nada se supo del infante, hasta que meses después a orillas del rio Ebro, unos barqueros vieron un misterioso fuego fatuo.

Avisaron a las autoridades y allí en el lugar señalado por este misterioso indicador, hallaron el cadáver descompuesto del infantico, que desde aquel momento y tras ser trasladado a la iglesia de San Gil y posteriormente a la catedral, es venerado como Santo Dominguito del Val, en la capilla que lleva su mismo nombre.

Son siete siglos de historias con una base real de leyendas, que se extienden a partir de un simple comentario, pero que a nadie dejan indiferentes y que año tras año crece.

Dicen los expertos que han estudiado el caso, aquellos que se han sumergido en estas aguas tratando de poner en claro el misterio, que solo a medio metros de sumergirse en el agua, esta es oscura, casi negra, preludio claro de que lo se iban a encontrar, no era nada halagüeño, sino todo lo contrario, más cerca del inframundo, que de lo vital que el rio Ebro en todo su recorrido significa.

¿Es el pozo de San Lázaro una puerta al infierno?

Entre las leyendas más reconocidas y comentadas está la de una pareja de enamorados, que hartos de las trabas de sus familiares al amor que ambos se profesaban, se lanzaron a la sima y por fin libres de prejuicios familiares al otro lado del pozo allá en las antípodas en la lejana Australia disfrutan de su idílico amor “eterno”, ¿es ficción?, ¿es verdad?

Lo cierto es que según dicen, salvo el cuerpo del Santo Dominguito del Val, ningún cuerpo ha sido devuelto, ninguno, salvo el caso que hoy en este relato os voy a revelar y del cual he sido testigo único y mudo por muchos años.

Otro echo luctuoso que aumenta la leyenda es el desgraciado accidente sufrido por un experto piragüista y mejor nadador que, habiendo volcado su piragua, cercana al lugar del que hablamos, trató de recuperarla y víctima de esto, fue engullido por la sima, muriendo ahogado, Este suceso está documentado, era miembro del Centro de Natación Helios y es algo que ya forma parte de este singular rincón del Ebro.

Era fechas para no olvidar cercanas a la Navidad de 1971, cuando un trágico accidente se produjo en el Puente de Piedra, cayendo al rio. El autobús estaba lleno de emigrantes extremeños que volvían a sus hogares para pasar en familia las fiestas. En este aciago suceso fallecieron seis personas, solo se recuperó un cuerpo,

Los bomberos de la ciudad trataron de recuperar el autobús, pero la fatalidad hizo que se rompiera la sirga que lo sujetaba, y el autobús fue engullido por la sima como ha hecho sin respetar objetos o personas a lo largo de los siglos.

Según cuentas algunos, jamás se ha sabido nada más, pero fue diez años después cuando los bomberos de la ciudad consiguieron extraer lo que quedaba del mismo, en dicha sima.

Dicen que la leyenda negra de la fosa quedó rota en las Fiestas del Pilar de 1975, cuando un grupo de buceadores hizo una inmersión al fondo del pozo, con la intención de depositar una imagen de plomo en un pedestal de cemento de la Virgen del Pilar de unos ciento cincuenta kilos.

Estos profesionales declaran públicamente:

“A medio metro de la superficie la oscuridad es total y absoluta, tras pasar los ocho metros solo calma y silencio”

Así termina la leyenda, pero yo…

Doy fe, que esto es algo posterior a ese día de la Hispanidad de 1975, estábamos en los alegres ochenta, en aquellos años que tanto se oía hablar de la “Movida madrileña”, donde la trasgresión era la norma, dónde lo diferente tenía un valor y hasta dónde ser homosexual, era un plus a la hora de ser alguien en este nuevo mundillo de lo más underground,  en el rancio Madrid clásico, para convertirse de algún modo en lo oficial, en algo nuevo y exportable al resto del mundo.

Pero ese movimiento encomiable, no llegaba con la misma intensidad a las orillas del Ebro y por desgracia, nuestros protagonistas, esos que originan mi relato y que hasta hoy por desconocimiento no forman parte de la leyenda del Pozo de San Lázaro. Yo fui testigo, lo presencie, por ser amigo de los protagonista, por que aquella noche los seguí, temeroso de que la desesperación los arrastrara a cometer cualquier barbaridad y realmente así fue, pero “El pozo de San Lázaro”, no era lo mismo que fue y así acontecieron los hechos.

Alfonso y Adrian eran dos jóvenes de aquí, rondaban la veintena en aquellos años y como jóvenes con anhelos, con ilusiones, y ganas de organizar su futuro, se enamoraron locamente.

Nada más lejano a lo que apenas ocurría a trescientos kilómetros de allí en la capital del reino, la homosexualidad era algo incomprendido en la capital del Ebro, ni la sociedad, ni muchos amigos, y sobre todo las propias familias de los enamorados, entendían ni eran capaces de comprender, el amor entre personas del mismo sexo.

Ambos jóvenes, cansados de tanto esfuerzo, decidieron poner fin a todo ello, esa misma tarde tomando un café se les notaba abatidos, y una frase lapidaria, hizo que saltaran en mi toda la alarma. Yo volvía del baño cuando escuché

“Esto no tiene remedio, aquí no valen parches, solo nos queda una solución, San Lázaro”.

Salimos de la cafetería, nos despedimos y tras esta conversación decidí seguirlos.

Iba tras ellos por la calle de Alfonso I, no eran capaces de darse la mano, pero ¡iban tan juntos!, que ambas manos se rozaban constantemente, sé que no hablaban, iban en silencio, pero firmes en su decisión.

Al pasar por la puerta de la basílica, ambos se arrodillaron, como encomendándose a la Patrona, bordearon el Pilar y a través de la calle del Milagro de Calanda se sumergieron a la derecha en el Paseo de Echegaray y Caballero hasta llegar al Puente de Piedra.

Yo los seguí en silencio, me resguardé de sus vistas a la entrada de este, cuando al llegar entre el primer y segundo arco pararon y miraron a su alrededor.

Cuando, cogidos de ambas manos, Adrián dijo mirando a los ojos a Alfonso:

No sé cuál será nuestro camino,

no sé dónde nos llevará,

pero lo que sé, es qué vamos de la mano,

y para mí eso ya es avanzar

 

Vamos caminando juntos,

nuestros pasos van a la par,

pero lo más bonito de todo,

es nuestros corazones al compás.

 

Quiero que seas mi bastón,

y que en mi tú te puedas apoyar,

quiero sentirte cerca,

quiero que me enseñes a amar.

 

Se fundieron en un fuerte, intenso y largo abrazo, se miraron a los ojos, y sin darme tiempo a reaccionar, se arrojaron a las frías aguas.

Corrí raudo al otro lado, desde allí los vi sumergirse y corrí hasta el lugar desde donde se habían arrojado.

Fueron algunos minutos de angustia, tras sumergirse los cuerpos en el agua, el silencio, la oscuridad, la desesperación.

Pasaron varios minutos, todo parecía haber acabado, pero…

Cuando estaba dispuesto a abandonar el lugar, con los ojos llenos de lágrimas, ocurrió el milagro. Por aquel entonces era difícil de explicar, pero hoy en día es más visual.

¿Os imagináis a ese deporte acuático en el que unos potentes chorros de agua hacen a los que lo practican elevarse algunos metros sobre el agua?

Así salieron del Pozo de San Lázaro Alfonso y Adrián, casi fueron depositados en la orilla, allí los encontré abrazados, tiritando por la experiencia vivida.

—¿Pero que habéis hecho inconscientes?

Se sobresaltaron al escucharme y nos fundimos en un abrazo, entonces entre llantos de emoción me contaron lo ocurrido en la sima.

—Al introducirnos en el agua se apoderó de nosotros un terror pavoroso, caímos muy juntos y nos abrazamos tan fuerte que éramos uno.

Al nuestro alrededor la oscuridad más absoluta, el silencio más atronador, salvo…, salvo unos gritos que en principio parecían lejanos, pero que según íbamos descendiendo se hacían más patentes.

Después llegó la angustia, la falta de oxígeno, la asfixia.

—Éramos conscientes de que aquello era el final —dijo Adrian, pisando la palabra a Alfonso.

Nos miramos a los ojos, juntamos nuestros labios y nos dejamos llevar. Algo parecía acelerar el descenso, era como si nos arrastrara, ¿sería cierto aquello de que te transportaba a algún lugar a las antípodas?

Cerramos los ojos nos aferramos más fuerte si eso era posible y descendimos a velocidad de vértigo, hasta que nuestros pies parecieron tocar suelo. Entonces abrimos los ojos, y lo que allí vimos nos dejó sorprendidos.

Sobre su pedestal una copia de nuestra Patrona, la Señora parecía sonreírnos, desde algún lugar un rayo de luz llegaba iluminando su cara y nosotros…

Nosotros permanecimos en su presencia durante un tiempo indeterminado, allí la presión había desaparecido, creo recordar que podíamos respirar con absoluta normalidad, los gritos habían cesados, la paz era tal. ¡Si en algún sitio existe el Paraíso, ese era este!

Por un momento tuve la sensación de que una especie de foco se acercaba y alumbraba a la Virgen con mayor notoriedad, entonces la sonrisa se convirtió en mueca y de ese gesto salió la palabra, ¿nos estaba hablando la Virgen?

“Este sitio no os corresponde, nadie puede ser discriminado de esta manera por ser diferentes. Volved a la superficie y vivir vuestro amor libremente” ¡Contáis con mi bendición!

—En ese momento es como si alguien nos cogiera de los hombros y tirara de nosotros hacía arriba.

Era un ascenso lento, pero continuo, una especie de foco que subía desde el abismo de la gruta hasta la superficie iluminaba nuestro camino y una tenue melodía nos acompañaba.

Salimos del agua ascendiendo unos metros sobre la superficie y luego casi fuimos depositados aquí, donde tus nos has encontrado abrazados.

—¡Esto ha sido un milagro! —repetía Adrian una y otra vez ante mi atónita mirada.

—¡Esto ha sido un milagro!, —repitió Alfonso tras permaneces unos minutos en silencio.

—¿Qué pensáis hacer? —pregunté algo desconcertado.

Ambos se miraron a la cara y al unísono me dijeron:

La Virgen nos ha dicho, “Volved a la superficie y vivir vuestro amor libremente” ¡Contáis con mi bendición!”

—Ella nos ha indicado el camino, iremos a la estación de Renfe y el primer tren que salga, sea hacía Madrid o hacía Barcelona lo tomaremos, allí seremos libres, allí viviremos nuestra historia en libertad, sin trabas, lejos de convencionalismos, presiones familiares y sociales.

Permanecimos toda la noche hablando, abrazándonos, yo debería guardar su secreto, nadie debería saber de lo ocurrido esa noche.

Hoy rompo ese secreto, treinta tres años después lo hago público, pero no tengo la sensación de haberles traicionado, lejos de eso siento necesidad de contarlo, de compartirlo con el mundo y sobre todo hacerlo público con la esperanza que en algún lugar del planeta, ellos lean esta historia, su historia, se reconozcan y acuerden que aquí a la orilla del Ebro, aún queda alguien que los quiere y se acuerda de ellos.

No sé, si habrá alguna historia más como esta, en el Pozo de San Lázaro.

Cuando esa noche ellos se despidieron, para hacer aquello que había decidido, yo permanecí unos minutos sentado en la ribera, la mirada perdida en ese oscuro agujero, y a ratos escuchaban voces que parecían salir del averno, en un momento, me pareció percibir algo en la superficie que entraba y salía, preste atención, fije mi mirada, e instintivamente retrocedí arrastrando mi trasero por la hierba, eran brazos que asomaban en la desesperación, brazos dispuestos a aferrar  lo que fuera, en el convencimiento,  de que esa noche había luchado y perdido, que esa noche la Virgen del Pilar, protegió a mis amigos y los salvo de una muerte segura, en pro de un potente amor.

 

Lady Moon

Capítulo IX

Lady Moon

Siempre he defendido, que la vida es lo que es, según nuestra propia capacidad de gestionarla, ¡que confundida estaba en este pensamiento!, ¡qué lejos estaba de la realidad!, cuando solo hace unas horas pensaba de este modo.

Mi nombre es…, bueno, mi nombre era María, una mujer corriente de edad incierta, entre la juventud tardía y una cierta madurez, llevaba una vida tranquila, con algún que otro susto, pero llena de mesura y sin riesgo alguno para sobresalto inesperado, pero…

Sí, siempre hay pequeños detalles que nos lleva a situaciones inesperadas, pero de eso a encontrarme con un cambio así, tan radical en mi existencia, era impensable.

Esa noche era muy especial para mí, una de esas que marcas en el calendario, donde te sientes obligada a presentar la mejor de tus caras, donde potenciar al máximo tu imagen, es algo más que obligatorio, para pasar a ser una necesidad.

El resultado ante la primera mirada ante el espejo era más que obvio, una falda de cuero que se ajustaba a mis exuberantes curvas, como una segunda piel, una clásica blusa blanca, que sin más parecía cualquier secretaria que iba de fiesta tras una jornada de trabaja, pero como colofón, me ceñí un corpiño de cuero, que, junto a la falda, las medias de rejillas y mis altos tacones de aguja, me daban la perfecta imagen de mujer fatal que el acontecimiento requería. Grandes pendientes, un collar algo más que llamativo por tamaño y diseño, pelo recogido de manera algo precipitada, pero con un cierto regusto de sofisticación, y la mujer que veía reflejada en el espejo, distaba muchísimo de la María que era cotidianamente. Entonces una peregrina idea me vino de golpe, me quité el corpiño, saqué la blusa y me lo volví a poner, el cambio era brutal, mis hombros desnudos, mi largo cuello, estilizaban mi figura y esa secretaria modosa y clásica de blusa blanca, dio paso a una mujer que sin duda alguna, sería el objeto de todas las miradas del evento.

Al cubrirme con el abrigo, esta imagen se desfiguró y así hice en el evento una entrada mucho mas convencional, pero al despojarme de él, ya en el interior, sentí como el tiempo se detuvo por unos segundos, como se hizo un denso silencio y me sentí el foco de todas las miradas.

Sí soy consciente que disto muchísimos de los cánones de belleza de mujer actual, soy una mujer con formas, tengo mis curvas bien marcadas y me cuido, a la vez que me visto de manera, que estas características que están en desuso hoy en día se realcen en noches especiales como esta.

Desde el primer momento estuve convencida del acierto de mi vestuario, de que en una noche como esta era justo lo que me apetecía usar, además de ser éxito asegurado.

Ya casi al final del evento, ante el espejo de los baños, me admiré, me remiré y retoqué el rojo pasión de mis carnosos labios, me recoloqué algún mechón rebelde de mis desestructurada cabellera rizada y negra como el azabache, y que esta noche tan especial iba a a juego con la piel postiza de falda y corpiño que  me cubría mi anatomía y que simplemente sentía  como la extensión de mi propia piel, instintivamente me acaricio el abdomen, paso suavemente mis manos  por mis caderas, mientras observo el reflejo de mi imagen en el amplio espejo del baño y salgo convencida de mi misma, de que hoy,  en esta noche tan especial voy a triunfar, veo  en el brillo de mi mirada a esa mujer que durante algún tiempo tenía olvidada, hoy me siento que he recuperado parte de mi esencia, que debo dedicarme algo más de tiempo a mí, para seguir siendo yo, para no difuminarme entre las miles de tareas, los montones de compromisos del quehacer diario, que me hacen dejarme de querer, de mimarme, de buscar esos minutos necesarios a diario para  sentirme plena y realizada.

Fue una noche mágica, especial, donde todo el mundo quería charlas conmigo, saludarme, aunque durante años hubieran pasado de mí, de interesarse por mi persona, por mi vida particular o profesional a pesar de haber sido invisible durante tiempo para la gran mayoría de ellos.

Esa noche me sentía tan especial, que el tiempo pasó inesperadamente, llevaba media hora larga hablando con un productor que después de no responderme a decenas de llamadas para tratar un proyecto profesional que teníamos entre manos, me mostraba todo su interés, estaba exclusivamente entregado a comentarlo, a prepararlo a moderarlo en los términos que yo le dijera, para poder llevarlo a cabo.

Cuando por fin me liberé de esta ansiada y larga conversación, que si es cierto que estaba muy interesada en ella, me hubiera gustada tenerla con más calma y en otro sitio, miré el WhatsApp del móvil, que había estado sonando incansablemente durante toda la conversación.

—María, te esperamos en este lugar, estamos picando algo, hace frío y llueve, y por eso hemos decidido esperarte aquí, en lugar de la puerta del teatro.

Solo me separaban de ellos un par de minutos a pie, unos cientos de metro, un par de manzanas, una vez diera la vuelta a la esquina.

En la premura de encontrarme con mis amigos, me sobrepuse el abrigo a los hombros y salí a la calle, un aire fresco, mas bien frio me acaricio y me agarre las dos partes del abrigo a la altura del pecho, caminé hasta la esquina y al girar desde allí pude observar el rotulo del lugar que me habían indicado, apresuré el paso, y ajena a todo lo que me rodeara me encaminé hacía allí con paso decidido.

La luna sea abrió paso tímidamente entre las nubes, en el reloj de la torre de una iglesia cercana, sonaban las campanadas de medianoche, aceleré el paso con la vista fija en el local en el que me esperaban, y entonces no se como ocurrió, alguien se cruzó en mi camino, en su apresurado caminar junto al mio, me desplazo, me sentí desequilibrada, pero no, no era eso, era como un repentino mareo, como si el suelo desapareciera bajo mis pies.

Sentí mi abrigo deslizarse de mis hombros, unos brazos potentes que me recogían ante la inexorable caída, entonces lo vi, ese pelo engominado, recogido hacia atrás en una coleta, esos ojos sanguinolentos, esos labios carnosos que por segundos deseé se mezclaran con los míos.

Sí, su vestimenta no era normal, traje en cuero negro, camisa del mismo color, ¿pero era la mía normal?

Un rayo de luna nos iluminó, nuestro reflejo en el amplio ventanal, que hacía de espejo de un comercio cercano, me devolvió la imagen de dos seres humanos, una pareja perfectamente conjuntada, dos personas de la noche, que por edén del destino se mezclaron en la oscuridad de la noche, entonces fue su voz la que me desconectó del mundo, una voz aterciopelada, pero imponente, dulce pero posesiva.

—¿Dónde has estado?, llevo una eternidad esperándote.

Yo no supe que responder, solo lo miré fijamente a los ojos, vi como sus labios se aproximaban a los míos, cerré los ojos, entre abrí los míos y me dejé hacer. Tenía pocas alternativas, mi cuerpo sujeto por sus fuertes brazos en una posición aún inestable, sentí como me apretaba contra él, como su aliento encendía mi cuerpo, llenaba mi alma de gozo.

Sus labios recorrieron mi desnudo cuello, sentí como lo acariciaban, como algo de manera sorpresiva rasgaban mi piel y entré en éxtasis. El reloj de la iglesia cercana daba la ultima campanada, como banda sonora perfecta a este imprevisible encuentro.

Sentí como el mundo desaparecía a nuestro alrededor, como mi sangre hervía en el interior de mi cuerpo y abrasaba mi cuello cuando dos intensas hileras resbalaban por mi cuello hasta llegar a mi hombro. Entonces fui consciente por primera vez de mi transformación, de que, en mi cuerpo, ya había una parte de él que había dejado ser humana y que ahora pertenecía a ese pequeño grupúsculo de seres que forman parte de ese olimpo especial, de esa raza de humanoides que está a mitad e camino entre los humanos mortales y los dioses inmortales.

Vi nuestro reflejo de nuevo en el escaparate, mis ojos inyectados en sangre, mi corazón latiendo de manera desbocada y mi cuerpo entregado a una extraña sensación, entre un prolongado orgasmo y un éxtasis espiritual, entre lo mundano y lo divino, lo carnal y lo místico.

—¿Llevo siglos buscándote?, nuestra estirpe ha estado a punto de fenecer en esta infructuosa búsqueda, pero esta noche de luna llena, aunque las nubes traten de ocultarla, me ha llevado al fénix del éxito, a la perpetuación de nuestro linaje.

—¿De qué me hablas?, ¿no serás un visionario de esos…?

Creo que no fui capaz de terminar la frase, creo que en ese momento mi cuerpo reaccionó y completó esa extraña metamorfosis, ya era consciente de mi verdadera personalidad, María había quedado atrás, ahora soy Lady Moon, la reina de la noche, la matriarca de esta nueva casta de seres inmortales.

Cogí el teléfono que incesantemente sonaba ante mi tardanza, sí eran mis amigos, esos seres mortales que habían formado parte de mi existencia hasta hace pocos minutos y que ahora me resultaban… me resultaban tan lejanos.

Lancé el teléfono a la primera papelera que me vino a mano y cogido del brazo de mi Caballero de la noche, pregunté.

—¿Dónde vamos?

—A nuestro castillo —me respondió mirándome tiernamente.

 

Mi vida ahora esta llena de sensaciones, de vivencias, no comprendo el mundo fútil en el que vivía, ahora mi existencia tiene un objetivo claro, perpetuar mi propia especie, esa especia de mortales, que dejan de serlo, por el mero hecho de que me fije en ellos y se entreguen a mí.

Tengo claro que soy la elegida, que ahora solo tengo que salir cada noche de luna llena por los callejones de Madrid y seducir a jóvenes incautos o tal vez habidos de nuevas experiencias.

Por algunos mentideros de la ciudad, me llaman la Dama de la noche. Algunos han corrido la voz, que en las noches de luna llena una mujer encandila a ingenuos jóvenes y los lleva a algún lugar oscuro e ignoto, del que jamás vuelven.

No, no tengo sentimiento de culpabilidad, yo no los mato como las falsas creencias de la que la gente habla. Yo doy vida, vida eterna, vida llena de sentido, que nunca más se verá frustrada por la caprichosa muerte que se cruce en su camino, la muerte no existe en nuestro vocabulario, nuestro poder es mayor que el de ella, ella esta sometida a nuestros caprichos, es incluso en muchos de los casos, nuestra aliada.

En nuestro castillo ya somos cientos, una gran familia reclutada al filo de la media noche en las oscuras callejuelas de Madrid, las noches de luna llena.

¡No temas si te encuentras conmigo!, yo te puedo dar vida, solo necesitas ser joven, dejarte llevar y querer vivir nuevas experiencias. No importa que seas hombre o mujer, solo tus ganas de ser diferente, de entregarte a mí, si es lo que quieres, ¡búscame!, yo te acogeré en mi regazo y en mi cama, te haré participe de esas largas noches en la eternidad, noches llenas de gozo y orgullo de pertenecer a una raza singular, una raza inmortal que está por encima del resto de humanos, que solo existe para disfrutar, para gozar de la vida y dejar atrás el sufrimiento y la mortalidad a la que los humanos están condenados.

Si estas interesado, pregunta por mi en las noches de luna llena, mi nombre Lady Moon, ¿te atreves?

 

 

 

 

 

 

 

Mi historia interminable

TRECE HISTORIAS DE AMOR

CAPÍTULO 9

MI HISTORIA INTERMINABLE

 

23

Mi nombre es… bueno digamos que me llamo Libertad y estoy en esa edad indefinida entre los treinta y los…

Por decir algo más concluyente, diré que son varias las relaciones por las que he pasado, fruto de una de ellas tengo a mi hijo Jonathan, el motor de mi vida, a pesar de lo torpemente que me muevo por estos vericuetos,  lo primero que considero a la hora de valorar cualquier cosa es el bienestar de mi hijo, pero luego por otro lado soy incapaz de ver mucho más allá.

Ya hace algunos años que resido en este pequeño pueblo costero, llegué siendo una adolescente y ya ha transcurrido aquí la mitad de mi vida.

De mis primeros recuerdos al llegar aquí, esta su sonrisa, su pose de machito trasnochado, su habla canalla, sus miradas de reojo, o esas otras descaradas en las que le sorprendí en más de una ocasión al darme la vuelta. Era un juego de chavales que desde la distancia, veía al otro como lo prohibido, como lo inalcanzable, y fruto de aquellos suspiros, vinieron muchos años después estas consecuencias, con la diferencia que entre lo uno y lo otro medían casi dos décadas y esos son muchos años. Pero lo mejor será volver a aquellos tiempos y contaros mi historia de una manera cronológica para que la podáis entender, eso sí por mi torpeza innata, soy capaz de ponerla en planta.

Fueron solo algunas semanas, pero recuerdo esas noches tórridas de verano, allí con la humedad de la playa y esa brisa que algunas noches resulta abrasadora, pensaba en él, en su cuerpecito, en su risa socarrona que cuando se daba cuenta de mi presencia, parecía ser más fuerte y ¡como levantaba la voz¡, para que yo recayera, en su presencia.

Un fin de semana de mediados de julio, vino a visitarme mi novio de la ciudad, las cosas llevaban tiempo sin terminar de funcionar, pero el cambio de clima, algunos lugares románticos y pocos días después, Isi, ese joven que llenaba mis noches, se esfumó de mi vida de golpe.

Al terminar esas vacaciones, descubrí aquello,  que de golpe cambio mi vida y que hoy es mi alegría, el anuncio de que Jonathan estaba en camino.

Mi vida cambió por horas, del disgusto inicial, a planificarlo todo, un niño estaba por llegar y muchas cosas por preparar.

Fueron años sin alma en mi vida, salvo mi pequeño que lo llenaba todo para mí.

No me apetecía salir de casa, la ropa dejó de interesarme, solo sentirme cómoda y estar al cuidado de mi niño.

Pocos años después, me di cuenta de que mi vida en pareja era inexistente, que lo único que nos unía era el niño. No me resultó nada traumático romper con aquello, al menos para mí, creo que a él tampoco, ya que después de tomada la decisión, te llegan los primeros rumores, después la confirmación y al final me sentí degradada de tal manera como mujer, que me costó años superarlo.

Sí, tengo que aceptar que el amor entre nosotros hacía años que había desaparecido, que seguramente el hijo que tuvimos en común fue más fruto de un error que de un sentimiento, pero al menos esperaba lealtad, algo de sinceridad, en lugar de vivir su vida, hacerlo a su aire y cumplir ante los ojos de los demás, esos ojos que habían sido testigo en muchas casos de múltiples infidelidades, e incluso cómplices de esa nueva relación que ya duraba casi un año, antes de decir la ruptura definitiva.

Sí, esta deslealtad fue un calvario para mí, no entendía nada, pero mostró su verdadera cara por primera vez, su despotismo, su intolerancia, sus ganas de joderme la vida. Hasta el día de hoy lo sigue haciendo, él vive su vida, a su lado son al menos media docena de mujeres las que han estado, pero ninguna de ella ha sido por más de algunos meses. Después, yo era la persona con la que pagaba sus frustraciones, haciendo nuestra relación insoportable y enturbiando la natural relación con nuestro hijo.

Al final terminé porque esta relación fuera inexistente, hasta el punto, que el exiguo contacto que manteníamos por correo eléctrico, se ha tenido que eliminar y dar paso a comunicados a través de los abogados o el mismo juzgado.

Jonathan ha manifestado cientos de veces que no quiere ir con su padre, pero yo estoy obligada por ley y aunque a veces se me parta el corazón, debo de mediar y así lo seguiré haciendo hasta que mi hijo tenga plenamente la potestad de elegir libremente y legalmente lo que quiera hacer.

Pasaron años hasta que de nuevo abrí las puertas de mi corazón al amor, más que Libertad, me debí de llamar enjaulada o mejor arrestada, ya que mi vida era eso, las cuatro paredes de mí casa y mis padres, con los que he vivido todos estos años y que sin su apoyo y ayuda, la vida de Jonathan no hubiera sido tan positiva como lo ha sido, lo han cuidado, lo han criado como un hijo más, y me han ayudado en su educación.

Pasó mucho tiempo hasta que llego a mi vida Fran, a mí me costó muchísimo abrirme y aceptar lo que mi corazón de buen agrado aceptó, mucho antes que yo, era un hombre sincero, cercano, sin apenas parafernalias en su vida, un hombre transparente y sencillo, fácil de tratar y de convivencia agradable. El me hizo olvidar muchas cosas, me hizo pensar que otra vida era posible, que aún estaba a tiempo de tener una vida feliz y plena a su lado.

Hoy lo veo con otra perspectiva, pero la crisis nos hizo en varias ocasiones, aplazar planes de vida en común y eso, me hizo derrumbarme como un castillo de naipes.

La verdad es que me volví caprichosa, exigente, y cuanto más difíciles el tenia las cosas, yo,  más le reclamaba. El tiempo lo pone todo en su sitio, pero a veces juega con nosotros y fue en este impasse, cuando Isi nuevamente apareció en mi vida. Ahora lo veía algo más arrogante, más directo, más engreído, pero igual de canalla, acababa de terminar una relación, los rumores sobre él no eran buenos, pero eso más me enardecía y más me hacía perder el sentido común.

El encuentro fue fortuito, creo que ninguno de los dos, para ser honesta lo propiciamos, pero hubo miradas, las primeras palabras y esa noche al entrar en el Facebook, me encontré su solicitud de amistad.

Luego todo vino rodado, un café, el intercambio de números de teléfonos y el primer encuentro furtivo, ya fue un no parar, hasta verme en la tesitura de elegir, o Fran que suponía la rutina, la tranquilidad, aunque últimamente por la falta de trabajo, me empezaba a incomodar o Isi, he de reconocer que no fui yo la que elegí, que fue simplemente mi espíritu aventurero, las ganas de salir de la rutina, de vivir con intensidad, de recuperar todos esos años que había estado adormecida.

Isi era una brisa de aire fresco, lo inesperado y siempre todo terminaba en una buena cama, por momentos sentí que la vida al final se estaba portando bien conmigo, que el cielo estaba al alcance de mi mano.

Realmente fue todo un espejismo, primero empezaron a llegar comentarios de sus relaciones anteriores, me tape los oídos, no di ni la más mínima oportunidad a la duda, pero el tiempo termina poniendo las cosas en su sitio, y solo hicieron falta algunos meses para que mostrara su propia cara, o yo dejara de deformar esa imagen ficticia que tenia de la relación con Isi. El detonante llegó en el momento más inesperado, en un romántico fin de semana que pasamos juntos en una idílica casa rural, allí, dejó claro quien era, que esperaba de mí, lo que significa yo en su vida.

Me acababa de despertar, en el exterior de la cabaña de madera que habíamos alquilado en la sierra, un magnifico día invitaba al paseo, a expandir los pulmones con este aire fresco que acariciaba la piel, a cansarse por las diferentes rutas de senderismo, para después a la caída de la tarde, con el frescor de la noche, encender la chimenea y dejarnos llevar.

─Venga Isi, holgazán, levántate hace un día precioso para pasear un rato.

─¡Déjame, no ves que estoy durmiendo¡

Su salida de tono en un principio me lo tome a broma y me lancé sobre él haciéndole cosquillas y tonteando un poco.

─!Te he dicho que me dejes¡ es que ¿no has entendido lo que he dicho, o eres tonta?

Me quedé algo destemplada de su mal despertar, de sus palabras zafias, pero lo que realmente me dejó pensativa, fue el empujón que acompaño a sus palabras haciéndome perder el equilibrio y caer de la cama.

Permanecí unos segundos esperando su reacción, pensaba que enseguida se levantaría, me ayudaría a incorporarme y me pediría perdón, pero nada ocurrió así, solo indiferencia. Me levanté y lo dejé dormir hasta bien avanzada la mañana, yo salí al porche, con una fina manta sobre los hombros, en el pueblo es el olor a mar, la brisa fresca en los atardeceres, esos largos paseos descalza por la playa, pero en la sierra es muy diferente, son multitud de sonidos, de pajarillos, ruidos desconocidos de los cientos de habitantes de este ecosistema prodigioso, bastante desconocido para mí.

En el interior de la cabaña, unos ruidos me anunciaron que ya se había levantado, esperaba que saliera, que me abrazara, que me diera un beso, que me pidiera perdón, ¡Qué confundida estaba¡

─!No hay café hecho¡

Si me hubiera dado una bofetada, no me hubiera sentido tal mal, me quedé petrificada, sin capacidad de reacción, permanecí inamovible, con la mirada perdida en el horizonte, como hipnotizada.

─Además de tonta te has quedado sorda, ¿me escuchas?

Ya no aguanté más, salté como un resorte.

─Ni tonta, ni sorda, ni tampoco soy tu madre, si no hay café y te apetece, te lo preparas tú o crees que soy tu criada.

El fin de semana transcurrió en ese tono, conectó la play y me ignoró, solo se acordaba de que no estaba solo, cuando tenía hambre, reclamando algo con lo que apaciguar su estómago, yo no pude pegar ojo,

A ratos, pensaba que esto no iba a ningún sitio, otras pensaba que lo había pillado en un mal día, que tal vez era incapaz de entenderlo, de saber su estado de ánimo, de empatizar con él.

Tuvimos un par de días de frialdad de vuelta al pueblo, yo me refugie en una amiga, que no entendía mi actitud.

─Libertad, no te arrastres de ese modo por ningún hombre.

Yo a esas alturas tenía muy claro lo que sentía, lo mal que me había tratado, la mierda que me había sentido, esas horas a su lado. Pero al alejarme de él, su ausencia me mataba, me faltaba hasta el aire, nada merecía la pena si no estaba a su lado.

Este episodio se repitió otras dos veces más, la última nos faltamos al respeto los dos, nos dijimos cosas que ninguno de los dos seguramente sentía, pero al menos me sirvió para  abrir los ojos.

Yo era consciente de mi dependencia de él y probablemente él de mí, pero también que nuestra relación no iba a ningún lado, que no hacíamos cosas en común, que todo era rutina a pesar de los pocos meses que llevábamos juntos.

De esto hace cuatro meses, pocos días después de este episodio, después de nuestra ruptura, recibí una llamada de Fran.

Quedamos para tomar un café, se lo debía, no me había portado bien con él, lo había compartido durante un tiempo con Isi, no había sido sincera con él y ahora…

En aquel café lo empecé a ver de manera diferente, ahora lo podía comparar, ahora podía ver con alguna perspectiva las relaciones con los hombres de mi vida, y por primera vez en mucho tiempo, fui consciente de la vida errática de estos últimos meses.

No tarde en decidirme, esa misma noche le mande mi primer mensaje.

─Me he sentido muy a gusto, tomando un café contigo.

Después de mensajes de ida y vuelta, me llamó por teléfono.

En la conversación me sinceré, le pedí perdón, le confesé lo mal que lo había hecho con él.

Hoy llevamos juntos tres meses, oficialmente somos pareja de nuevo, tenemos proyectos de futuro, hasta me ha dejado caer que le gustaría que tuviéramos un retoño, y la verdad, a mí es una idea que me empieza a agradar.

Esta mañana me han dado los resultados de los análisis que me hago con regularidad, mi médico se ha sorprendido de lo equilibrados que están, y es que una vida tranquila, muchas veces es salud.

Dressy y Max

TRECE HISTORIAS DE AMOR

CAPÍTULO 8

Dressy y Max

23

A veces en la desesperanza, en la parte más oscura de nuestra existencia, una luz aparece en nuestro horizonte cuando menos lo esperamos.

Este es mi caso, me llamo Frida y creo que ya conocéis mi historia con Andy, aunque no es ahora de nosotros de lo que os quiero hablar, sino de mi mejor amiga en este momento y mi socia, además de hija de Andy.

La historia de Dressy, es una historia de esas que llega a la piel, que te estremece y te hace sentir orgullosa de tu hacer.

Como he dicho anteriormente Dressy es la hija de mi marido, pero nació con sexo masculino y no fue hasta la adolescencia, cuando se dio cuenta del error cometido por la naturaleza, su madre nunca entendió este cambio, de hecho hoy en día apenas existe relación entre ellas, dada la incomprensión y de repetir a su propia hija, que es un engendro, y que su actitud vital, solo responde a un grado máximo de degeneración.

Cuando conocí a Dressy, me encontré con una mujer tímida, insegura, recelosa del género humano en general.

No, no me lo puso fácil al principio, hasta tuve que establecer una estrategia para ganarme su confianza, para su hermano todo era diferente, era la novia de su padre y según él una tía buena, Dressy era muy diferente, la vida a pesar de su juventud, ya la había maltratado y desconfiaba de todo el mundo.

Un día Andy me invitó a cenar, yo tenía ropa de sobra, siempre me ha encantado la moda, pero me pareció un echo interesante para pedirla consejo y que me acompañara de tiendas para escoger un vestido.

Esa tarde ante un café, descubrí a la mujer, no a la hija de mi pareja, a la mujer que se esforzaba por resurgir de ese cuerpo erróneo y que aún no había alcanzado el grado de feminidad que ella deseaba.

A veces creo, que las cosas cuando se desean fluyen y así fue, primeros fueron mensajes esporádicos de Whatsapp, después alguna llamada distanciada en el tiempo, ahora, ahora no podemos estar la una sin la otra y son mensajes constantes y varias llamadas al día a pesar de trabajar juntas, pero no es de esto de lo que os quiero hablar, si no de su evolución hacía esa gran mujer que es ahora, de sus aspecto inicial en los primeros momentos de su cambio, a la mujer sofisticada y sobre todo enamorada en la que se ha convertido hoy.

Pero lo mejor será ir paso a paso, compartiendo con todos ustedes, tal y como su historia fue sucediendo.

Una tarde de esas que ambas quedamos para tomar un café, la hablé de las malas expectativas que tenía en mi trabajo, se rumoreaba que el momento por el que estaba pasando la peluquería, en dónde llevaba una cabina de tratamientos faciales, estaba pasando por una situación crítica, el mes anterior ya no habíamos cobrado y nada parecía presagiar un desenlace optimista.

─Frida, ¿nunca has pensado en montar tu propia cabina?

─¿Negocio propio?, creo que no sería…

─¿Y con una socia?

Me la quedé mirando, ella había estudiado varios módulos, peluquería, gestión de pymes y alguna otra cosa más.

─Dressy, ¿me estas proponiendo un negocio a medias?

─Es una idea simplemente, yo quiero empezar a trabajar, no descarto continuar preparándome, pero en principio busco arrancar con algo en el sector de la belleza, un salón, con todos los servicios, peluquería, depilación, tratamientos de belleza, masajes.

─Pero eso sería un macro salón, y la inversión inicial sería muy fuerte.

─Bueno, tampoco es necesario eso al principio, una cosa es el objetivo, otra es como se inicie, pero lo importante es ponerlo en marcha.

Esa tarde la conversación no fue más allá, pero el día que me comunicaron oficialmente del cierre de la peluquería volvimos a quedar para comer.

─Dressy, ya es definitivo, este mes es el último que trabajo, me acaban de despedir.

─No te preocupes, tú tienes muy buenas manos y tus conocimientos en cosmética es muy bueno, seguro que antes o después te saldrá algo, además algo te darán por el despido y luego podrás solicitar tu desempleo.

─No, indemnización no habrá, pero mi desempleo sí que lo tendré.

Tuvimos unos minutos de silencio, supongo que de reflexión, tal vez, por no saber cómo continuar la conversación, hasta que Dressy, decidió proseguir.

─Papá me ha dicho en varias ocasiones, que está dispuesto a ayudarme a iniciar cualquier negocio, tal vez…

─¿Qué quieres decir Dressy?

─Igual, entre la ayuda de papá y tu desempleo, podamos pensar en algo para llevar entre las dos.

─Un negocio a medias, ¿Cómo socias?

─¿No te gusta la idea?

─Me quedé mirándola más por la sorpresa del ofrecimiento, que por la inviabilidad del proyecto, que según más pensábamos en ellos, más atractivo y viable nos parecía.

Fue toda una tormenta de ideas, un no parar, al final pensamos hasta en hablar con una compañera mía, peluquera y entre las tres, poder dar una amplia gama de servicios para empezar, peluquería, depilación y tratamientos de belleza.

Andy, se lo tomó si cabe con mucha más ilusión que nosotras, una semana después, ya había analizado viabilidad del proyecto, inversión necesaria e incluso un local cerca de casa y las cifras nos cuadraban.

El proyecto era viable, e incluso tendríamos un pequeño colchón económico para resistir al comienzo, hasta generar nuestra propia clientela.

En dos meses, todo estaba en marcha, la inauguración fue un hito en nuestras vidas, para entonces Dressy ya era mi amiga del alma, mi confidente y yo la de ella y esto obviamente me unió mucho más a Andy, que por su parte se sentía mucho más orgulloso de nosotras dos.

Creo que me he extendido mucho en esta introducción, pero sin embargo considero necesario narrar estos hechos, para llegar al punto cumbre de la historia.

Ni que decir tiene que arrancamos el proyecto, al día de hoy y a pesar de la crisis, no solo sigue en marcha, hemos creado tres puestos de trabajo y tanto Dressy como yo, nos sentimos súper orgullosas de nuestra aventura empresarial.

Una tarde se presentó un chico, la verdad no estuvo muy acertado en su comportamiento, pretendía una depilación completa y la quería ya. Era exigente, prepotente, Dressy no sabía cómo explicarle que trabajaba con cita previa, bueno explicarse si, pero el otro no estaba dispuesto a entender, que se marcharía a su casa sin depilar y que tal vez al día siguiente tampoco podría ser.

Dressy, tubo correa, le invitó a un café en la cafetería de al lado, mientras tomaban ese café, fueron la comidilla de todo el local.

─Con lo guapo que es y lo prepotente.

─Ya me encargaría yo de calmarlo, decía la peluquera.

─Estos jóvenes tienen mucho que aprender, decía una señora con los rulos puestos, mientras babeaba mirando el trasero del chaval, según salía por la puerta.

Yo observaba a cada una, mientras me reía por dentro.

Dressy volvió sola, sonriendo.

─¿Qué ha ocurrido? ¿Vaya genio? Se calza el niñato.

─Nada todo resuelto, al final ha entrado en razón y todo ha quedado resuelto.

─¿Entonces?

─Lo he resuelto a mi manera y punto final.

Su tajante respuesta, me dejó un tanto desconcertada, sabía que algo más había tras su comentario.

A la tarde siguiente de nuevo el joven apareció en el salón de belleza, parecía una persona diferente, todo sonrisa y tras la espalda, traía un pequeño ramo de flores para Dressy.

─Buenas tardes señorita, me aceptaría que le invitara a merendar.

Dressy, dejo todo en manos de su ayudante y salió rauda, con una sonrisa en la boca que lo decía todo.

Cuando volvió, no pudo escabullirse de nuestro interrogatorio. Entonces admitió que la tarde anterior, después de cerrar el local, le hizo la depilación integral.

─Bueno, su mal carácter era fruto de la necesidad –trató de excusarle─ Hoy tenía una sesión fotográfica, no se enteró hasta unos minutos antes de dejarse caer por aquí, es modelo y hoy era un día muy importante para Max.

Así nos enteramos de su nombre, de su profesión y días después, de todo lo demás, ya que en la peluquería era la comidilla habitual y en las revista de cotilleo, su imagen a cuerpo desnudo prácticamente, al ser modelo de ropa interior masculina, se exhibía completamente.

Pero nada más supimos de él, hasta un mes después, que volvió por el salón de belleza, entonces supimos de los encuentros que Dressy nos había ocultado, del fin de semana romántico en Barcelona, de las cenas y desayunos compartidos, desde ese primer encuentro.

Al día siguiente Dressy lucía un anillo en su dedo anular.

─¿Pero qué significa esto? ─preguntamos de manera un tanto apabullante.

─Bueno, me ha pedido que me vaya a vivir con él.

─Pero no es un poco precipitado.

─Eso le he dicho yo, pero lo cierto es que llevo dos semanas sin salir de su casa.

Con esto, Dressy puso final a las preguntas y cortó por lo sano cualquier comentario o pregunta, pero ese día almorzando las dos juntas y a solas en un restaurante cercano, me contó su verdadera historia de amor.

─Frida, fue todo un flechazo en ese café, pero luego a solas en la cabina, te puedo asegurar que no ocurrió absolutamente nada.

─Pues eso que te perdiste cariño.

─Sabes que no me gusta mezclar lo uno con lo otro, además en aquel momento, como puedes entender estaba muerta de miedo.

─¿Miedo por qué?

─Aún no soy completamente una mujer, apenas lo conocía por entonces, y los miedos son libres.

En ese momento callé, guarde absoluto silencio, ya que para mí, Dressy es tan mujer como yo, a pesar de tener pendiente una operación, para la que lleva tiempo ahorrando y a punto está de conseguir.

─Todo fue mucho mejor de lo esperado, aparentemente soy una mujer, pero según me comentó soy demasiado femenina para ser real.

─Pero ¿se lo dijiste, o se enteró de sorpresa?

─Yo empecé, pero supongo que mis nervios, que mi dubitación, hablaron por mí, las palabras no me salían, él me ayudó.

─Nunca he estado con alguien tan mujer como tú, aunque entre las piernas…

─¿Cómo? ¿Se nota algo?

─No querida, para mí eres perfecta.

─Pero…

─Yo me enamoro de la persona, esto no quiera decir que sea gay, que si lo fuera no tendría la mínima importancia, has entrado en mi corazón de pleno derecho y los demás son accesorios, lo importante es que tú te sientas bien.

─Sí, pero así yo no estoy bien, yo necesito.

─A partir de ahora, yo estaré a tu lado hasta que te sientas plena y completa.

Frida, en ese momento se me escaparon las lágrimas, no me podía sentir más feliz, me hubiera dado lo mismo que fuera el tío más feo del mundo, que fuera gordo o mucho más mayor que yo, lo importante es que era mi alma gemela, solo con mirarnos nos entendíamos y encima sentía todo su apoyo, no solo de palabra, su mirada, sus gestos, sus caricias, decían mucho más que sus propia boca.

Hoy dos años después, recordando aquella comida, una amplia sonrisa me viene, con Andy soy la persona que siempre soñé llegar a ser, me siento realizada como mujer, como esposa, hasta como madre con Gus y Dressy.

Dressy se operó poco después,  apareció radiante el día de su boda con Max, hoy llega el pequeño a la familia, hace dos meses que marcharon a Estados Unidos, allí contrataron un vientre de alquiler, ya que aquí la ley no lo permite, en un momento salimos hacía el aeropuerto a recibirlos, vamos como dos niños, se nos cae la baba pensando en que pese a nuestra juventud, ya oficialmente somos abuelos.

Cuando la vida te sorprende

TRECE HISTORIAS DE AMOR
CAPÍTULO 7
Cuando la vida te sorprende

agradables-rayos-del-sol-968fb7e4-322e-4afb-95f7-3b0c3df65b86
En la vida, no echas de menos aquello que no tienes, cuando lo has conocido, cuando lo has sentido, todo cambia y la percepción de tus necesidades se transforma.
Diréis que por qué os cuento esta perorata para empezar, pues con un poco de calma y si mi estado de ansiedad me lo permite, os lo contaré.
Mi nombre es Jorge, soy un hombre de treinta y cinco años, con una posición social dada por mi profesión, de clase media baja, con suerte y capacidad para los estudios, doblemente licenciado en arquitectura y economía, esta segunda la hice a remolque de las necesidades que me iban surgiendo en mi profesión, ya que desde mi trabajo sentí la necesidad de poder defender mis proyectos económicamente y estar preparado para ello.
Sí, en este sentido puedo decir que soy un triunfador pesé a mí mismo, ya que de alguna manera, poco o nada he hecho para ello.
Al terminar la carrera, uno de mis profesores habló conmigo, una compañía se había puesto en contacto con él, necesitaban savia nueva, alguien muy activo, de personalidad inquieta y que ofreciera una cierta imagen y don de palabra.
─¿Usted cree que yo soy el más adecuado para esto? ─mi inseguridad siempre me ha seguido, todos me han visto un persona segura de sí mismo, pero al final creo que esos es una imagen que trasmito por mis propios miedos internos y cuando salen fueran, los demás ven todo lo contrario de mí.
─Jorge, te conozco hace tiempo, si no estuviera seguro, no estaríamos teniendo esta conversación, preséntate en esta dirección y pregunta por el Sr. Rivero.
─¿Puedo hacerlo a cualquier hora?
─No, me ha dejado bien claro, que solo por las mañanas, más bien al mediodía.
─Así lo haré.
─Se me olvidaba decirte, no se te olvides decir en recepción que vas de mi parte.
Iba como un manojo de nervios, en la recepción no atinaba a hablar, pero la sonrisa de la chica de entrada me relajó, y pude soltarle un discurso medianamente coherente.
─Siéntese un momento en aquellos sillones, enseguida le aviso.
Sí, aunque parezca increíble en los tiempos que corren, ese fue mi comienzo laboral, ni tan siquiera tuve que presentar un maldito CV, vació de contenido, en cuanto a experiencia laboral en aquel momento.
Después la vida y el traqueteo empresarial, me ha traído y me ha llevado, en esta empresa nos dedicábamos a arquitectura de interiores, algo después, una vez superado el periodo de prueba y ya con mi contrato fijo en el bolsillo, la empresa fue absorbida por otra más grande que necesitaba de esta actividad para poder tener accesos a proyectos más ambiciosos, sobre todo con la administración.
En la nueva organización, caí desde el primer momento en gracia, y de ser el último mono en la empresa anterior, en esta otra ya formaba parte de ese pequeño grupo de decisión, junto a otro compañero, éramos jefes de proyectos y esto ya nos ponía en otra posición.
Bueno os estoy aburriendo con algo que se desvía un poco de lo que os quiero contar, pero para explicar un poco mi situación, creo que era absolutamente necesario empezar por aquí.
Lo que os contado es muy breve, pero no tan corto en cuanto a lo temporal fueron casi tres años, en la primera empresa y en esta ya llevo cinco, me había convertido en un solterón, vivía solo en un ático en un barrió del centro de Madrid, pero mi vida a excepción del trabajo y algunos compromisos sociales normalmente provenientes de mi actividad profesional, era nula.
A esto viene mi comentario inicial, me había acostumbrado a este tipo de vida, estaba rodeado de todo aquello que me gustaba, mis libros, mis música, mis colección de películas, aquellos escapadas a otras ciudades o mis viajes a otros países, completaban mi vida.
En lo familiar poco que decir, no conocía lo que era una familia, me había criado de centro en centro, desde que nací, no había conocido otra cosa que las instituciones, algunas monjitas eran lo más cercano a mi familia, aquellas de San Juan de Dios, que cuidaron de mí en mi infancia, sobre todo Sor Teresa, que lo ha sido todo para mí, hasta que hace un par de años, una grave enfermedad tras volver de las misiones, su objetivo prioritario, se la llevó, dejándome como su único heredero.
Como comprenderéis, al igual que todas las vidas están llenas de luces y sombras, de alegrías y tristezas, así era la mía, pero todo cambia y ahora os contaré como, la vida es algo lleno de círculos que se cierran y nos van completando nuestra existencia.
El trabajo estaba en su momento álgido, hasta ahora, mi compañero Pedro Rivas y yo, estábamos cubiertos por la plantilla de administrativos de la compañía, pero desde arriba, alguien con un buen criterio, pensó que por lo sensible de nuestro trabajo, esto debería estar controlado por una persona, alguien que nos otorgara la suficiente confianza, para ser nuestras manos y nuestros ojos, dentro y fuera de la empresa y así fue como sucedió, así es cómo la vida me deparaba una gran sorpresa, a Esther.
Mi primera empresa era excesivamente paternalista, el Sr. Garrido, lo pasó muy mal, ya que al unirnos a esta otra empresa, algunos compañero se tuvieron que quedar en el camino, pero eso es algo que él no olvida, y a pesar de haber conseguido una buena indemnización para esos compañeros, no ha dejado de tener relación y preocuparse por ellos, así ha sido como mi ángel, como Esther ha llegado a mi vida llenándola de todo aquello me faltaba y que por desconocerlo no lo echaba en falta.
Al plantear en la reunión, la necesidad de tener una secretaria propia en nuestro despacho, se acordó de nuestra antigua recepcionista, esa chica que en mi presentación el primer día en la empresa de interiorismo, acabó con mis nervios, con mis frases inconexas y con su simple mirada, me dio la calma necesaria, para recobrar medianamente mi coherencia, ella sería la nueva secretaria que tanto Pedro como yo compartiríamos.
Ya no era aquella joven que conocí, ahora era una mujer madura, a la que la vida no había tratado muy bien.
Los primeros días tras nuestro reencuentro, fueron más de conocimientos personal, casi que del profesional, que con una soltura inusitada, se hizo sin apenas esfuerzos con él.
Estábamos hasta arriba de trabajo, Pedro delegó en mí casi todo lo que tenía que ver con el trabajo y Esther, eran muchas horas juntos, muchos cafés compartidos, y solo en unos días, algo me decía que el reencuentro con mi ángel, no era algo trivial, en solo unos días, mi cuerpo respondía, de un modo diferente a mi reacción entre Pedro y la que tenía con ella.
Los primeros cambios, los notaron los demás, yo hacía las cosas de manera inconsciente, me arreglaba un poco más, era mucho más cuidadoso a la hora de escoger mi vestuario, no había día que fuera a la oficina sin rasurarme y en lugar de esas colonias baratas compradas en el híper, había comenzado a utilizar esa de Yves Saint Laurent, Opium, y que hasta ese momento la tenía reservada para esos momentos especiales o esas reuniones singulares por su trascendencia o por su singularidad.
Creo que todo fue llegando de una manera natural, cada día me apetecía más llegar a la oficina, estar junto a ella, horas y horas sin importarme que el tiempo de trabajo se hubiera acabado, pero con la excusa de terminar algo, se alargaba a veces por un par de horas.
De los encuentros en la oficina, pasamos a vernos a primera hora antes de entrar, para desayunar juntos, después a la salida algunos días tomábamos una copa en algún lugar y por ultimo lo de acompañarla a casa se convirtió en rutina.
Un viernes por la tarde, Esther me sorprendió, no porque no supiera que tenía un hijo, ya que lo primero que hizo al llegar a la oficina, fue poner una fotografía de él sobre el escritorio, sino porque me pidió que a la mañana siguiente los acompañara al parque de atracciones.
Así fue como conocí a Jonás, su pequeño de ocho años, fue verlo y recordarme mi infancia junto a las monjas, entonces lo tuve claro, quería a su madre, lo quería a él y los quería tener a ambos como mi familia, esa familia que nunca había tenido y que ahora…
Sí, ahora la añoraba, la deseaba y la tenía al alcance de la mano.
Esa mañana por fin Esther se abrió a mí, por fin me hablo de sus años oscuros, de lo poco que duró la felicidad tras el nacimiento de su hijo y que justamente coincidió con los días de mi entrada en la empresa, aunque apenas en aquella época cruzáramos alguna que otra frase.
A su ex lo mató la responsabilidad, y digo que lo mató, porque aunque aún está vivo, no soportó el ser cabeza de familia, el tener la responsabilidad de un hijo y la vida le arrastró a esos bajos mundos de las dependencias, primero del alcohol, agotado el matrimonio, después el coqueteo con otras sustancias para terminar inyectándose la maldita heroína, compartiéndola en cualquier rincón oscuro, sucio, pero lejos de miradas indiscretas que al tiempo que lo anulaban como persona, lo hacían nido de incubaciones de enfermedades innumerables.
Después vino la ruptura y tras ella y la indiferencias de su propia familia, el abandono más absoluto de su persona.
Hoy en día Esther aún lo visita en alguno de sus ingresos hospitalario, en algunas de esas crisis, me narraba entre lágrimas y voz entre cortada por los sentimientos que estaba viviendo y la angustia que estaba padeciendo.
Sus sentimientos me hicieron abrazarla, así nos encontró Jonás cuando sin darnos cuenta se bajó de la atracción, dónde le habíamos montado, mientras me contaba esa etapa, tan gris de su existencia.
La sonrisa del niño, lo dijo todo, nosotros nos miramos y apenas hicieron falta las palabras, nos dimos la mano y desde entonces no nos hemos separado, esa sonrisa del niño, fue nuestro juramento de amor.
Esa noche Jonás me pidió que le contara un cuento antes de dormir, su madre me pidió que durmiera junta a ella.
No, no seáis mal pensados, solo dormimos juntos, abrazados el uno al otro, su aliento en mi cara, su resuello sobre mi cuello, mis brazos uniéndonos a ambos y sí, he de reconocerlo, me dormí con una fuerte erección y al despertarme aún estaba allí, pero era algo que no era capaz de controlar, una respuesta natural, a la primera noche que pasaba junto a una mujer.
Alguno os preguntareis que no entendéis esta postura, que hoy en día no se entiende que dos adultos que se gustan y que duermen juntos no vayan más allá de un abrazo y algunos besos, casi furtivos, pero comprender mis miedos, mis dudas, mi inseguridad a cómo actuar, a mis treinta y cinco años era virgen, nunca había estado con mujer alguna y de no ser por la ternura y la comprensión de mi ángel, me hubiera costado muchísimo, dar este primer paso.
Hoy llevamos seis meses juntos, ahora no podría vivir sin amor, ahora sería algo, que si no tuviera en mi vida, lo echaría en falta, echaría de menos mi familia, y claro está, también echaría de menos el sexo, ese juego compartido, esa mezcla de sudores de alientos, de fluidos, que endulzan nuestra historia de amor, ese amor que he conocido a edad tardía, pero del que tan orgulloso me siento.

Andy & Frida

TRECE HISTORIAS DE AMOR

CAPÍTULO 6

23

 

Me llamo Andrés, tengo 45 años y soy nuevo en la ciudad.

Así conocí a Andrés, así se presentó a la primera reunión de propietarios de la finca donde vivimos, el que hoy es mi mejor amigo, pero lo mejor será comenzar desde el principio e ir contando paso a paso, tal y como lo fui conociendo.

Al principio lo vi como alguien de quien hay que protegerse, alguien no deseable para tenerlo cerca, pero como ocurre tantas veces, en la pareja somos dos y Mabel, mi mujer y Frida se hicieron grandes amigas, éramos vecinos, solo los dos pisos en el último rellano del edificio y luego paso el inviernos y de estar cada uno en el interior de nuestro piso, pasamos a acondicionar las terrazas, compartíamos medianería en el piso y nuestra amplias terrazas del ático apenas estaban separadas por una barandilla y claro, la amistad de ellas, la proximidad física y las confidencias, todo llegó junto.

De la indiferencia, a los comedidos y educados saludos, después vendrían las primeras confidencias, sobre todo aquel viernes por la tarde de primeros de junio, que ellas salieron juntas de compras y nosotros, nosotros tras compartir un par de cubatas cada uno a su lado de la barandilla, nos comenzamos a conocer un poco más.

A sus cuarenta y cinco años, Andy, ya llevaba muchas vidas vividas en sus cuatro décadas y media, vividas con intensidad, como si fuera su última posibilidad, como si por su vida no fuera a pasar ningún tren más.

A los veinte años fue cuando conoció a su primera mujer, en ese ansia por vivir, no tardó en dejarla en estado, su fama le precedía, había tenido suerte y no se había visto inmiscuido en ningún proceso judicial, tan siquiera tenía ficha policial, pero todo su entorno sabia lo muy al límite que estaba de ello y según me comento el mismo, en más de una ocasión estuvo a punto de dar con sus huesos en la cárcel.

─Para que te hagas una idea Johnny –yo odiaba que me llamase allí, soy Juan y nadie nunca me ha llamado así, pero a los hombres como Andy, los tienes que aceptar tal cual, solo de esa manera obtienes lo mejor que te pueden dar.

Johnny, en una ocasión, algo me dijo que me tirara de un coche en marcha, así lo hice, a la vuelta de la esquina, la policía echó el alto a los ocupantes, lo habíamos robado poco antes, en el interior, había de todo, la botellas de licor rodaban por suelo, el cenicero estaba lleno de colillas de algo que no era tabaco y alguno…

─Joder Andy, vaya tipo de vida llevabas.

─Como te decía, alguno llevaba algo más fuerte encima, años después todo el proceso judicial terminó, acabaron mal, muy mal, yo acababa de dejar a la madre de mis hijos embarazada, creo que aquello me acojonó, agache las orejas ante los comentarios de la familia y acepté aquel matrimonio, asumí mis responsabilidades como padre y marido y a ello siguió veinte años de hastío.

Así fue como me enteré que Andy era padre de dos hijos, Dressy el mayor que al llamarse como él, decidió adoptar este ambiguo nombre y Gus, el pequeño, uno con veinticinco y el otro con veinticuatro.

Mira Johnny, acepté esa situación con una cierta resignación, lo hice de manera libre, pero no en libertad, de lo que soy absolutamente consciente es que si no hubiera optado por aquella decisión, mi futuro, hubiera sido muy incierto en aquel momento.

De la mañana a la noche me convertir en un hombre metódico, madrugaba para asistir a esa maldita fábrica de montaje de asientos para coches, antes de nacer mi primer hijo, ya me había convertido en el hombre que poco tiempo antes, tanto odiaba, en un burgués de clase media, en padre de familia de esos que solo salían de casa los domingos a medio día para tomar el vermut en familia y después ir a comer a casa de los suegros.

Johnny, han sido casi veinte años amargados, lo único que se salvaba de aquello, eran mis hijos, mi ex, una arpía y cuando se juntaba a su madre, no había nadie que se salvará de sus garras, pero mira, en la vida todo tiene su punto de inflexión, a todo cerdo llega su San Martín y a mí me llegó la hora de liberarme.

─Bueno, no creo que tu suegro te tuviera amarrado, apuntándote con una escopeta como en las viejas españoladas de la década de los sesenta.

─Querido amigo, hay muchas escopetas metafóricamente, como te dije antes, el primero en aceptar aquello, evitando un mal mayor fui yo, pero a eso, ya se fue encargando mi suegra en entretejer su propia madeja, es muy burra, muy zafia, pero también maquiavélica, enseguida se dio cuenta de los motivos que me llevaron a aceptar de buena gana aquel acuerdo y lo supo estrujar al máximo y lo que es peor, adiestrar a su hija para que la estratagema se llevara a extremos increíbles.

Según me aproximaba a los cuarenta, notaba como se me escapan las fuerzas, como si una resignación me poseyera y cada día me convenciera que en mi vida todo estaba resuelto, que ya no tenía opciones, que todas mis cartas estaban sobre la mesa y yo no tenía, nada que hacer ni que decir.

Entonces, aparecieron los primeros problemas con Dressy, trataban de organizarle la vida, de anularlo como persona, para que de una manera irracional, siguiera los pasos que madre e hija, o abuela y madre en este caso, creían que debían de seguir, por un tiempo estuve alerta, siendo consciente que antes o después, algo muy gordo explotaría y entonces tal vez todo saltaría por los aires.

Creo que se debieron de dar cuenta del peligro y aflojaron la tensión, mi hijo me pidió que lo dejara estar, pero cuando esos problemas aparecieron en el horizonte de Gus, un niño al que nada había que reprochar, ya no me pude contener por más tiempo.

He de confesarte que tuve suerte, un amigo estaba buscando a alguien de confianza para que le llevara la oficina comercial de su fábrica de sanitarios aquí en Madrid, confió en mí y en la primera ocasión que tuve, cogí una maleta y me vine, ella no puso objeción, firmamos un divorcio amistoso, dos meses después, mi hijos siguieron mis pasos y hasta que vine aquí, vivimos los tres juntos.

No era un piso grande, pero tenía tres habitaciones y un pequeño salón, todos compartíamos el mismo cuarto de baño, pero en él, cada uno teníamos nuestros propio espacio, yo el mío, mi hija el suyo y Gus, se conformó con el más pequeño, pero todos nos respetábamos y han sido los mejores años de mi vida, he vivido con mis hijos como si de tres amigos se trataran y eso me ha engrandecido, como padre y como persona.

─A ver Andy, me pierdo, ¿no eran dos hijos los que tenías?

─La vida nos guarda muchas sorpresas, Dressy fue una de esas sorpresas y las primeras desavenencias con su madre y de alguna manera al igual que con su concepción, mi nueva tabla de salvación.

Pero querido Johnny, lo de Dressy es otra historia, una bonita e increíble historia, que ya otro día te contaré.

En ese momento llegaron ellas, salieron a las respectivas terrazas con las manos cargadas de bolsas y rompieron por primera vez este momento de intimidad.

Semanas después, nos volvimos a encontrar solos, habían quedado para ir a ver no sé qué obra de teatro en la que trabaja una amiga de Mabel.

Esa noche, para compensar la invitación de mi mujer a la suya, esta nos había dejado preparado algo de cena y ya no había barandilla de por medio, a la caída de la tarde, oí a Andy llamarme a voces.

─Johnny, ¿andas por ahí?

─¿Qué pasa Andy?

─Estoy preparando la mesa para cenar, tengo la bebida fresca en el frigorífico, así que cuando quieras te pasar, ¿Por qué no vamos a cenar con la barandilla de por medio, no?

Me costó trabajo entenderlo, hasta que lo vi afanado poniendo una pequeña mesa, un mantel y dos sillas alrededor.

─Dame cinco minutos que me vista y enseguida estoy.

─Oye, que esto no es una cena de gala.

─Pues menos mal, porque me has pillado con el esmoquin en el tinte –le respondí mientras ojeaba su vestimenta.

Le imité, me puse también unos vaqueros y una camiseta y me fui a su casa, el lambrusco frío a rabiar que sirvió con la cena fría que había preparado Frida, nos fue entonando, ya se agotaba la segunda botella, cuando volvió a narrarme su vida, su vida a partir de compartirla con sus hijos en un pequeño piso del extrarradio de la capital.

─¿Qué pasó Andy?

─Cómo te decía el otro día, fue mi gran decisión, pero no soy hombre al que se le puedan dar manga ancha, mi recién estrenada libertad, las ganas de vivir, la sensación de que ya eran los últimos trenes, no, no es que volviera a las andadas, a los remotos años de juventud, pero había fines de semana que no volvía a casa, que me enrollaba con cualquier panda e íbamos de un sitio a otro y ya sabes, que para eso Madrid es único.

─¡Eso es imposible de aguantar¡

─Difícil sí, querido Johnny, imposible no, y yo te puedo jurar por lo más sagrado, que así era, bien cierto es que era consciente que eso no podía durar por mucho tiempo, pero entonces apareció mi ángel, apareció ella, Frida, me miró, la miré y hasta nuestro tercer encuentro, nuestra tercera coincidencia, ya que no salíamos exactamente en el mismo grupo, no tuvimos nuestra primera conversación.

Esa noche permanecimos juntos todo el tiempo, nos dijimos grandes tonterías, por ambas partes manifestamos nuestro deseo de conservar nuestra independencia, de llevar una vida plena como singles, como jóvenes con experiencia y muchas ganas de vivir.

Pasamos la noche juntos, nos fuimos a su casa, ya que en la mía habíamos decidido no llevar a parejas eventuales. Al atravesar la puerta una extraña sensación me poseyó.

A lo largo de mi vida son varias las ocasiones en las que he tenido algún presentimiento, creo que en alguna vez anterior ya te he hablado de alguno en concreto, pero esto era más que un presentimiento, era el convencimiento de que este sitio era mi hogar, que era ese espacio que la vida me tenía consagrado para mí y por supuesto, para compartirlo con ella.

Frida quiso ir despacio, preparo unas copas, puso algo de música y nos sentamos en el sofá, en un momento determinada sonaba una balada de Marc Anthony.

Voy a reír voy a bailar

Vivir mi vida la la la la

Voy a reír, voy a gozar

Vivir mi vida la la la la.

Me levante del sofá, la cogí de la mano y la hice que se incorporara, la cogí de la cintura y al ritmo de la música comenzamos a contonearnos, mi pierna derecha entre las de ella, su erguidos senos en mi pecho, su cara sobre la mía, su cálido aliento en mi oreja, mientras yo la daba tímidos besos en el cuello.

Solo bailamos esa pieza, al terminar me arrastró de la mano a su dormitorio, allí, me llevé la sorpresa de mi vida, esa mujer, calmada, melosa y cariñosa, en unos instantes se convirtió en una pantera, en una fiera que no tenía limites a su más ancestral sentido animal.

─Querido Johnny, no te daré más explicaciones que no vienen al caso, pero te puedo asegurar que jamás pensé que el sexo, que la cama, fuera un juego tan completo, esa noche hice un master en sexo, un doctorado en complicidad, una licenciatura en generosidad y aprendí por primera vez, lo mucho que se puede disfrutar dando placer.

Caímos rendidos después de la batalla sexual, pero justo antes de dormir, aún tuve tiempo para reafirmarme en esa primera sensación al cruzar la puerta de ese apartamento por primera vez.

Desde ese día querido amigo, no ha habido un solo día en que no hayamos estado juntos. No pasó ni una semana cuando volvimos a compartir cama y noche, pocos días después, ya me costaba trabajo abandonar alguna noche su casa, dos semanas después nos estábamos planteando vivir juntos, lo hablé con mis hijos y ellos me animaron.

─Papá no todas las mujeres son iguales me decía Gus.

─Te mereces una nueva oportunidad Andy, me decía Dressy.

─Pero todo fue muy rápido, ¿no?

─Johnny cuando estás seguro de algo, el tiempo no es un problema, no es algo que te limite, no es una medida válida, para avanzar en el amor.

─Sí, supongo que cada pareja necesita sus tiempo, que nunca son comparables, además las circunstancias de cada pareja…

─Nosotros en principio no teníamos problemas de tipo alguno, no existían limitaciones, podríamos haber vivido nuestras vida, compartir nuestro espacio y seguir cada uno en su casa, pero el amor cuando llega, llega, te invade el alma y ya dejas de ser tú mismo para formar parte de la pareja, así nos ocurrió a Frida y a mí, de eso hace ya un par de años.

─Pero además os debió de dar a los dos muy fuerte, me resulta complicado entender la precipitación y dar esos pasos tan rápidamente. Tu venias de una situación complicado con tu ex-mujer y Frida…

─Lo mío estaba claro, Frida era mi tabla de salvación, la vida anterior de Frida tampoco había sido fácil, es más según me fue contado poco a poco después había sido muy escabrosa.

─¿Escabrosa?

─Un ex alcohólico y maltratador.

─Y ¿pudo confiar en ti de esa manera?

─Según me comentó algunas semanas después, ella tuvo conmigo una sensación similar, a la propia que yo tuve al cruzar el umbral de su casa, pero con mi persona. Ella me ha hecho ser otra persona, más comprensible con mayor capacidad de empatizar con los demás. Ella me ha enseñado a ser generoso, a saber ver lo mejor que hay en cada uno de nosotros. Gracias a ella Dressy es la persona adorable que hoy conocemos y su propia socia en el salón de belleza que ambas han montado juntas.

Según me dice cariñosamente. Yo soy su osito, el peluche al que necesita acurrucarse en el sofá tras una larga jornada de trabajo, la bestia que necesita en la cama, sin tabúes, sin medias tintas, dejándonos llevar por nuestras apetencias, por nuestra necesidades, en lo que nada está prohibido, en un largo juego sin reglas, sin tiempos, dónde las apetencias, la innovación, el dejarse llevar es la norma.

─Andy lo pintas de tal manera que das envidia.

─Así es Johnny, por eso antes de llegar hasta aquí, te he querido contar lo que mi vida ha sido, que la de ella no ha sido fácil, que como Frida dice, lo único que echa en falta es poder tener hijos, aunque los míos, los hace propios y en alguna ocasión, medio en broma, medio en serio, me amenaza con quedarse en estado y tener nuestros hijos en común.

Gus, la adora al igual que su hermana, es su confidente su paño de lágrimas, a veces siento celos de la relación entre ellos, de cómo es posible que en tan poco tiempo, ejerza como una madre, como una amiga.

─Sí, querido Johnny, soy feliz, la vida no me ha dado una segunda oportunidad, me ha dado la oportunidad definitiva, he sido un calavera, he vivido con una intensidad inusitada mi juventud, después de mi separación, me volví a perder, volví a extralimitarme en mis vivencias, con otra responsabilidad, con otro sentido de lo políticamente correcto, pero desfasando de igual manera, hasta que tropecé con ella.

Hoy me siento pleno, realizado, un ser satisfecho, como padre, como pareja y sobre todo y lo que es mucho más importante si cabe, como persona.

Esa noche, cuando nos separamos, antes de dormir pensé en todo lo que Andy me había contado, en su vida vivida al límite, en su incapacidad de encontrar el equilibrio, hasta que una persona se cruza en nuestro camino y nos da ese punto de raciocinio hasta ese momento inexistente.

He pensado en mí, en Mabel, en Andy, en Frida, de alguna manera me han dado envidia, han llevado una existencia excitante, él al límite, al tiempo que yo siempre he sido una persona contenida, moderada, y al final, estamos en el mismo sitio, somos vecinos, llevamos unas vidas muy parejas, pero para él, lo vivido, vivido queda, mientras yo, apenas tendré grandes experiencias que relatar a mis nietos.