ODA A CANDELA

 

ODA A CANDELA
Anoche tuve un sueño un dulce y tierno sueño, te observaba desde el porche como siempre, tú en la puerta del jardín en agitada espera, como siempre pensando en salir a la calle, volvías la cabeza para mirarme, era tu despedida, tu manera de decirme definitivamente adiós.
Tu agitación característica, tus ganas de estar libre corriendo por la calle, huyendo hacia el campo sin correas ni manos que te sujetaran, eras tú en esencia, tú como siempre has sido, enérgica, nerviosa independiente, cabezona, pero fiel y cariñosa hasta el final.
De golpe de un extraño modo, el sol desapareció, casi nos quedamos en tinieblas, apenas te podía ver, pero a pesar de no cesar una extraña neblina, la visibilidad fue mejorando, de nuevo te contemplaba perfectamente, pero ya no era un escenario real, algo mágico lo estaba envolviendo, no se realmente lo que estaba ocurriendo, pero lo cierto es que a estas imágenes de manera surrealista se le agregó una banda sonora, era una música suave, pegadiza y reconocible, era el Adagio de Albinioni.
Corrías por el césped, a tu lado no podía ver muy bien quien te acompañaban entre esa neblina, entre ese  claro oscuro producido por la oscuridad y la brillante y deslumbradora luz, de pronto, como si un enorme foco os enfocara directamente, estaba a tu lado Cartujo, tu eterno compañero, tu pareja y amigo de juegos, el soporte de tu reinado en la casa y que hace ya más de tres años nos había dejado.
La alegría era enorme, corrías y saltabais juntos como en los mejores momentos, las primeras lágrimas resbalaban por mis mejillas, que felices fuiste, que felices nos hicisteis.
Cuando os cansasteis de jugar os tumbasteis en el césped, uno al lado del otro, como en tantas fotos estáis, cuando una nueva nube os sumió en la oscuridad.
Un nuevo foco de luz sobre vosotros, la música nuevamente en su punto álgido, alguien se os acercaba, lo hacía con paso firme, ceremonioso, casi majestuoso, una bola de nieve, un imagen olvidad, una nueva imagen muy  querida, era Lady, mi Lady, mi Bianca, mi tierna y dulce Lulú de Pomerania que nos dejó hace años, que nos rompió el corazón con su ausencia, venía a recibirte a rendirte pleitesía como siempre lo hizo, sin perder su dignidad, conocedora de tu estatus, pero también de su carisma.
Una mancha negra apareció al fondo, era ala loca de Lita, tan descerebrada como siempre, con tantas ganas  de vivir tan deprisa como lo hizo en vida hasta el final a pesar de su corta edad, no había cambiado, era como esa chinita en el zapato, pero tan bonita, negra como el azabache, alegre como ella sola, inconsciente como ninguna.
Al jolgorio de Lita acudió Rosso, tan cascarrabias como siempre, pero tan bonito, con su exuberante pelaje rojo, su andar como si estuviera cabalgando, todos jugabais, el reencuentro os ponía tan alegres a todos, erais un mezcla de colores, del negro al blanco, el canela el rojizo, entre todos sin apenas poder verla una pequeña bolita negra, alegre, zalamera, bondadosa, mi Betty, que nos dejó ese primer día del año, ese años nefasto que terminaría en aquel 31 de diciembre que nos dejó Rosso.
Tu marcha me supuso un disgusto tan tremendo, cuanto te queríamos, que zalamera eras, como provocabas, en su pequeña cestita en la cocina con solo unos días nos dejaste a Bettina y Buono, ella como tú, él, cascarrabias y gruñón, costó mucho sacarlo adelante, tuvo varias crisis de bajada de azúcar, pero al final salió, aquí están dándonos alegría, Bettina, ahora también se llama Betty como tú, lleva tu mismo micro chips, es tu misma imagen, eso sí, más bonita, pero igual de zalamera y cariñosa, al mínimo descuido ya se ha subido encima para que la tengas en brazos, ahora mismo, ella también tiene tres cachorritos, de pocos días, como cuando tu los dejaste, si los vieras… te sentirías tan orgullosa de ellos.
Nuevamente os habéis reunido todos, Candela se une a vosotros, de nuevo se siente en su reinado, os mira os lame a uno por uno, todos ante ella os tumbáis y os dais la vuelta, la jefa ha vuelto y lo asumís, es la líder, no hay discusión.
Mis ojos se nublan, la música sube y baje, me emociona se mete dentro de mi, disfruto de vuestra compañía, gozo de vuestra nueva presencia, aunque ya casi no os puedo ver.
Algo me llama la atención, cerca de mí sobre la barandilla del porche, Coco, la gata Persa Himalaya, que se trasladó aquí con nosotros, posa elegantemente ante vuestra presencia, ya hace casi un año que nos dejó, tenía diecisiete años cuando después de muchos meses inyectándola antibióticos casi a diario, nos dijo adiós en el último verano, a su lado Clarita y Pitu, sus hijas que nos dejaron años atrás la hacían compañía, estabais nuevamente todos, juntos como en más de una ocasión había ocurrido, la parte del adagio más triste, sonaba, os tirasteis al jardín y os unisteis a la fiesta, erais una piña una manada, parte de nuestra vida, entonces la puerta del jardín se abrió, todos volvisteis la mirada atrás, todos me mirasteis a modo de despedida, mientras os alejabais, poco a poco os fuiste difuminando en mi sueño , poco a poco os marchasteis para no volver más, ahora estoy solo con la mirada fijada en el infinito, esperando volver a veros una vez más, mientras una opresión me ahoga, ya solo queda el infinito, el infinito y la música, la triste música del Adagio de Albinioni.

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